1. En Judea.
O "por Judea" (BJ). El contexto
implica que mientras Pedro permaneció en Cesarea la noticia de su entrevista con
Cornelio se esparció, probablemente primero por Jope y Lida, y luego por
Jerusalén.
Los gentiles.
La noticia de la conversión de los
gentiles debe haber causado un gran impacto en la iglesia de Jerusalén. Hasta
donde se sepa, esta fue la primera vez en que se bautizaron gentiles
incircuncisos y se los recibió en la iglesia.
2. A Jerusalén.
Donde aún estaba la sede central de la
iglesia (ver com. cap. 8: 14).
Disputaban.
Gr. diakrínÇ , "
"separar", "vacilar", "dudar"; "distinguir", "hacer distinción", "discriminar";
"oponerse", "disputar con" " (cap. 10: 20; 11: 12; 15: 9); lo que significa que
se separaron de Pedro con hostilidad; se oponían a él y disputaban con él. Los
que disputaban insistían en que la diferencia entre judíos y gentiles aún debía
mantenerse; es decir, que los cristianos debían tener relaciones sólo con los
que se habían hecho prosélitos del judaísmo y que observaban estrictamente la
ley ritual. Cornelio no había sido recibido en la comunidad de judíos de Cesarea
(cap. 10: 2), y el activo sentimiento judaizante en la iglesia tendía a impedir
que fuera aceptado en la comunidad cristiana. Esto era comprensible debido al
prejuicio que se había ido acumulando entre los judíos a través de generaciones
de ritualismo. Es imposible hacer que toda una nación cambie radicalmente su
modo de pensar en corto tiempo.
También debe señalarse que el hecho de
que las ideas y la conducta de Pedro pudieran ser atacadas violentamente,
demuestra que no se lo consideraba como cabeza de la iglesia, ni jefe de los
apóstoles.
De la circuncisión.
No hay indicación alguna de que
esta expresión describa a una clase especial de cristianos de origen judío,
porque cuando esto ocurrió todos los conversos eran judíos o prosélitos. Por lo
tanto, la protesta debe haberse levantado en toda la iglesia. Sin embargo la
narración de Lucas fue escrita posteriormente, cuando "los de la circuncisión"
se habían convertido en un partido separado, y su influencia estaba causando una
clara división en las congregaciones cristianas. Por dicha razón, debe
considerarse significativo el uso que le da Lucas a esta expresión. Ver com,
vers. 3.
Los judíos de nacimiento, y que no habían oído acerca de la
visión de Pedro ni habían visto el derramamiento del Espíritu Santo sobre
Cornelio y su casa, deben ser perdonados si sus escrúpulos los hacían dudar del
proceder de Pedro. Después de que escucharon su relato, quedaron satisfechos
(cf. vers. 18); pero muchos cristianos de origen judío siguieron debatiendo este
asunto en otras partes (Hech. 15: l; Gál. 2: 11-14).
3. Has entrado.
Ver com. cap. 10: 28.
Incircuncisos.
En labios de un judío esto expresaba el máximo
desprecio. En realidad indica el profundo sentimiento que se había despertado
contra Pedro. Los hombres con los cuales había tenido trato no son llamados
gentiles, sino "incircuncisos", palabra de amargo reproche en labios de un judío
piadoso.
Has comido.
Pedro había comido con hombres entre los
cuales, por lo general, no se tenía en cuenta la clase de alimento que se servía
ni la forma de prepararlo, cosas muy importantes para el judío. Esta acusación
era en esencia el problema. Compárese con las acusaciones de los fariseos contra
Cristo (Luc. 5: 30; 15: 1-2; etc.). La actitud de los judíos en cuanto a comer
con los gentiles se ve claramente en un pasaje del libro de los jubileos,
escrito quizá a fines del siglo III a. C.:
"Y tú, hijo mío, Jacob,
recuerda mis palabras, y observa los mandamientos de Abrahán, tu padre: Sepárate
de las naciones, y no comas con ellos"(Jubileos 22: 16).
4. Comenzó Pedro a contarles.
Esta repetición del relato
del cap. 10, casi palabra por palabra, a primera vista parece no concordar con
el pulido estilo literario de Lucas. Algunos comentadores explican que Lucas se
informó de lo que presenta en la primera narración por lo que le contaron los
discípulos con quienes se encontró en Cesarea, y que el segundo relato se lo
contaron los discípulos 259 en Jerusalén; y comprendió que su semejanza
confirmaba el episodio. Lucas hace lo mismo con las narraciones de lo sucedido a
Pablo en Damasco (cap. 9; 22; 26), dejando las ligeras variantes como una prueba
de que eran relatos independientes y como testimonio de diferentes testigos.
Si se quiere saber algo más detallado de lo que se presenta en los vers.
5-17, ver com. cap. 10: 9-48. Más adelante se verán sólo los puntos que no se
trataron en el cap. 10 (ver com. cap. 11: 5- 17). Las variaciones entre el
relato del cap. 10 y del cap. 11 son pequeñas y de poca importancia.
5. Venía hasta mí.
Esta es una
vívida pincelada que evoca un recuerdo personal en la descripción del lienzo que
baja del cielo y se acerca a Pedro.
6. Consideré.
Mejor "estaba considerando". Otro vívido
detalle. El apóstol recuerda la atenta y anhelante mirada con que había
contemplado la extraña visión.
9. No lo
llames tú común.
La advertencia se refiere al juicio de Pedro en cuanto
a los hombres y no en cuanto a los animales (ver com. cap. 10: 28).
10. Volvió todo a ser llevado.
Se
presenta aquí una descripción algo más detallada que la del relato paralelo
(cap. 10: 16.)
11. Donde yo estaba.
La evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por el texto: "donde
nosotros estábamos" " (BJ). Así quedarían incluidos los seis compañeros.
12. El Espíritu me dijo.
Pedro,
guiado por el Espíritu, no había presentado obstáculos como lo estaban haciendo
ahora los "de la circuncisión", quienes se estaban oponiendo a lo que el
Espíritu había ordenado a Pedro que hiciera.
Estos seis hermanos.
Los seis habían acompañado a Pedro en el viaje a Cesarea, y éste también
los había llevado a Jerusalén para que sus declaraciones apoyaran el relato de
él, y para que dijeran a la iglesia lo que habían visto.
14. Serás salvo.
Estas palabras no aparecen como parte de
lo que dijo el ángel (cap. 10: 4-6), pero están implícitas en su declaración.
Cornelio anhelaba la salvación, y cuando en respuesta a su oración se le dijo
que mandara a buscar a uno que podría explicarle, comprendió que oiría acerca
del camino de la salvación.
15. Comencé.
El Espíritu Santo estaba listo para manifestarse sobre Cornelio y su
familia tan pronto como todos los presentes estuvieran preparados psicológica y
espiritualmente para apreciar lo que estaba por suceder. Sin duda las primeras
palabras del sermón de Pedro (cap. 10: 34-43) influyeron para que sus oyentes
participaran de este derramamiento. El Espíritu siempre está listo para
bendecir, cada vez que los hombres estén dispuestos a recibirle.
Al
principio.
Es decir, en el día de Pentecostés. Estas palabras de defensa
fueron pronunciadas delante de los apóstoles y los discípulos que habían
compartido con él el don del día de Pentecostés. Pedro testificó que lo que
había visto en Cesarea era tan ciertamente obra del Espíritu como lo que los
discípulos habían experimentado "al principio".
16. Me acordé.
Cuán maravillosa experiencia debe haber sido
la de permitir que el Espíritu les recordara las cosas que Jesucristo les había
enseñado. Jesús había prometido que esto ocurriría (Juan 14: 26).
Lo
dicho por el Señor.
La promesa específica a la cual Pedro hace
referencia es la que se registra en el cap. 1: 5, referente al bautismo del
Espíritu Santo. Cuando fue dada, a los discípulos les pareció que sólo se
refería a ellos. Ahora Pedro veía el don del Espíritu con una perspectiva más
amplia, como algo que también sería concedido a los que no eran de Israel.
Puesto que el bautismo del Espíritu Santo les había sido concedido también a
ellos, por lo tanto les correspondía también el bautismo de agua, así como lo
mayor incluye lo menor.
17. Mismo don.
Los gentiles recibieron el don del Espíritu Santo lo mismo que los
cristianos de origen judío.
Que hemos creído.
Aquí se establece
un paralelo entre "ellos" , los gentiles, y "nosotros" , los que ya antes
habíamos creído (vers. 15). Porque así como la fe de Pedro y de los apóstoles
existía antes de que fuera concedido el don del Espíritu, así también, antes de
que recibieran el don, había existido en Cornelio y sus compañeros cierta medida
de fe (ver com. cap. 10: 35). En el caso de "ellos", esta medida de fe fue
suficiente para capacitarlos para recibir mayores dones, y así fueron hechos
aptos para el bautismo y para que pudieran tener comunión con la iglesia.
18. Callaron, y glorificaron a Dios.
El derramamiento del Espíritu Santo sobre Cornelio y su casa era
evidentemente de gran importancia en relación con el conflicto que pronto
surgiría entre Pablo y los judaizantes (Hech. 15; Gál. 2). El Espíritu Santo
guió en el primer paso para la libre admisión de los gentiles en la iglesia
mediante Pedro, y se añadió la aprobación formal de los apóstoles y de los otros
cristianos de origen judío de Jerusalén.
A los gentiles.
Los
judíos tenían una elevadísima opinión de sí mismos, como si las bendiciones de
Dios hubieran sido destinadas sólo para ellos, y las otras naciones hubieran
sido abandonadas a su desventura. Este exclusivismo parece reflejarse en un
pasaje del libro pseudoepigráfico de 2 Esdras, escrito a comienzos del siglo II
d. C.: " "Tú hiciste el mundo por amor a nosotros. En cuanto a las otras
naciones... tú has dicho que no son nada, que son como un salivazo, y has
comparado a la multitud de ellos con una gota en un balde" " (2 Esdras 6:
55-56). Se había divulgado la creencia de que el Mesías salvaría a los judíos y
los convertiría en un pueblo glorioso, pero que al mismo tiempo destruiría a las
otras naciones o las sometería a los judíos. Para librar a la creciente iglesia
cristiana de este arrogante exclusivismo, el Señor hizo algo espectacular al
conceder su Espíritu a Cornelio y a los que le acompañaban.
La lección
que la iglesia aprendió con el caso de Cornelio fue que Dios deseaba que la
"pared intermedia de separación" (Efe. 2: 14) entre judíos y gentiles fuera
derribado. Pablo sabía que el Evangelio de Cristo debía ser el medio de
destruirla. Las ceremonias simbólicas concluyeron con la muerte de Cristo. Su
gracia salvadora y su divina fuerza, impartidas al creyente a fin de capacitarlo
para que observe la ley, libran al pecador de la condenación de la ley (Rom. 8:
1-4). No hay diferencia, puesto que así se benefician tanto gentiles como
judíos: todos están condenados, pero todos los que creen en Dios son salvos
(Gál. 3: 27-29; Col. 3: 10-11). Ambos grupos son reconciliados con Dios y
puestos en armonía con el Padre celestial (Efe. 2: 11-22).
Este es el
"misterio" que ahora se ha revelado (Efe. 3: 1-12). La gracia de Dios había
descansado sobre Israel; pero los israelitas no habían reconocido que Dios tenía
el propósito de que esa gracia se extendiera también a las otras naciones.
Ahora, en Cristo todo se aclara. Los gentiles pueden entrar en "la dispensación
del misterio" " (Efe. 3: 9) de justicia, que incluye a todos en el mismo gran
plan de salvación.
Ha dado Dios arrepentimiento.
Dios da
arrepentimiento. La fe es un don de Dios (Rom. 12: 3) y también lo es el
arrepentimiento que le sigue (Rom. 2: 4; 2 Tim. 2: 25). Dios, por medio de su
Espíritu, no sólo había dado a esos gentiles la oportunidad de arrepentirse,
sino había hecho que sintieran el arrepentimiento. Y con su corazón transformado
(cf. Jer. 24:7; Eze. 11: 19; 36: 26), arrepentidos y perdonados, fueron
aceptados por Dios, ¿Cómo podía Pedro oponerse a Dios?
19. Habían sido esparcidos.
Lo que sigue es una
continuación de lo que venía relatándose en el cap. 8: 1-4. Se hace una
digresión para narrar la obra de Felipe con los samaritanos y el etíope, la obra
de Saulo en Damasco y en Tarso de Cilicia (cap. 9: 27-30), y la de Pedro con
Cornelio y su casa. Esta digresión prepara al lector para lo que sigue, que es
el relato de la conversión de los griegos al Evangelio.
Persecución.
O "tribulación" " (BJ). Se alude a la persecución en la cual Saulo había
tomado una parte activa (cap. 8: 1; 9: 1-2).
Con motivo de Esteban.
La muerte del mártir fue seguida por una terrible persecución de los
cristianos en Jerusalén (cap. 8: 1-4). Esto causó la dispersión de muchos
creyentes. Felipe trabajó en Samaria y en Cesarea; otros fueron a Fenicia, a las
ciudades de Tiro, Sidón y Tolemaida, y probablemente ayudaron a fundar las
iglesias mencionadas en otros pasajes (cap. 21: 3-7; 27: 3). En Chipre se
preparó el camino para la obra posterior de Bernabé y Saulo (cap. 13: 4-13; ver
mapa, p. 264).
Hasta Fenicia.
Fenicia era el territorio en donde
se hallaban las importantes ciudades de Tiro y Sidón (ver t. II, pp. 69-71).
Chipre.
Ver com. cap. 13: 4.
Antioquía.
Este es
el primer contacto que se menciona entre la naciente iglesia cristiana y la
capital de Siria. Después de Roma, Alejandría y Efeso, Antioquía era la ciudad
más grande del Imperio Romano. Durante largo tiempo fue un importante centro del
cristianismo. Nicolás, prosélito de Antioquía (cap. 6: 5), quizá había regresado
allí a proclamar su nueva fe. La penetración del cristianismo en Antioquía fue
de gran importancia. Estaba situada a orillas del río Orontes, a unos 25 km del
puerto de Seleucia, y había sido fundada por Seleuco Nicator alrededor del año
300 a. C., quien le dio su nombre en honor de su padre el rey Antíoco. La ciudad
había alimentado en riqueza y en poder hasta llegar a ser la principal ciudad de
Asia. El mundo aclamaba a sus eruditos y literatos. Cicerón dedicó un famoso
discurso a Arquías, escritor antioqueño. Juvenal reconoció la influencia de
Antioquía sobre la vida y el gusto de los romanos, cuando escribió: "¿Qué parte
de nuestro sedimento viene de Grecia; El Orontes de Siria desde hace mucho ha
desembocado en el Tíber, trayendo consigo su idioma, sus modales, sus flautas y
sus liras de cuerdas diagonales" ( Sátiras iii. 62-64).
En Antioquía
había una numerosa colonia judía en cuyo honor Herodes el Grande hizo construir
una columnata de mármol que atravesaba la ciudad. Antioquía era la sede del
prefecto, o propretor romano de Siria. En Antioquía el cristianismo se relacionó
más íntimamente con la cultura griega que en Jerusalén o en Cesarea. Aquí
también tuvo que enfrentarse con el paganismo en sus formas más seductoras y
degradantes. Los bosques de Dafne eran famosos por su culto lleno de
voluptuosidad e idolatría. Una gran victoria fue la que hizo posible que la
iglesia convirtiera a Antioquía en una de sus principales sedes.
Sino
sólo a los judíos.
Naturalmente esto era de esperarse de quienes habían
salido de Jerusalén antes de la conversión de Cornelio o antes de que se
divulgara esa noticia. No habían sido informados, como en cambio lo había sido
Pedro, de que había llegado el momento de llevar la misión profética de Cristo
hasta su más completa extensión (cap. 1: 8). Parece que se destaca el hecho de
que se predicaba sólo a los judíos como un contraste con el relato anterior
acerca de Pedro y de Cornelio, y lo que sigue en cuanto a las labores
misioneras.
20. Varones de Chipre y de
Cirene.
En el caso de estos hombres, de procedencia más cosmopolita, es
probable que hubiera menos vacilación en mezclarse con los gentiles que la que
hubo entre los judíos de Palestina, centro de la nación judía y baluarte de sus
prejuicios. Sólo puede conjeturarse en cuanto a la identidad de estos varones:
quizá Lucio de Cirene, que aparece en la lista de profetas del cap. 13: 1;
posiblemente Simón de Cirene, quien probablemente fue discípulo de Jesús (ver
com. Mat. 27: 32; cf. Mar. 15: 21). Los fundadores de la iglesia de Antioquía
siguen en el anonimato.
En Antioquía.
Ver com. vers. 19.
Hablaron.
El verbo griego se traduce mejor "hablaban" " (BJ), lo
que indica una acción repetida.
Los griegos.
La evidencia
textual se inclina (cf. p. 10) por el texto "helenistas" ( hell ' nistás ) y no
"helenos", es decir griegos ( héllenas ). El problema no es sólo textual, sino
que además aumenta debido a la controversia en cuanto a la identidad de los
"helenistas" (ver com. cap. 6: 1). Generalmente se entiende que los "helenistas"
eran personas de otros pueblos que habían adoptado la lengua y la manera de
vivir de los griegos. En Hech. 6: 1 parece aplicarse este término a los judíos
cuyo idioma era el griego y que no habían nacido en Palestina. Si así se
entendiera, entonces los evangelistas anónimos de Antioquía predicaron a
personas de cultura y lengua griega, pero no de raza griega, entre los cuales
los judíos griegos ocupaban un lugar destacado. En cierto sentido, los
helenistas serían el eslabón entre los judíos y los helenos o griegos.
Sin embargo, y a pesar de que el peso de la evidencia de los antiguos
manuscritos griegos se inclina por el texto "helenistas", muchos sugieren que
debe entenderse "helenos", o sea "gentiles". Afirman que: (1) si no se tratara
de helenos gentiles, no tendría sentido la distinción que hace Lucas entre los
judíos del vers. 19 (entre los cuales podrían perfectamente estar los judíos que
hablaban griego) y los gentiles del vers. 20; (2) en vista de que había judíos
de habla griega en Jerusalén, no sería una novedad que se los mencionara
específicamente en Antioquía; (3) sería completamente natural diferenciar a
judíos de helenos (cf. cap. 14: 1; 18: 4), y registrar el progreso que hacía la
iglesia al extenderse más allá de los límites del pueblo judío; (4) referencias
posteriores señalan la presencia de cristianos de origen gentil en Antioquía de
Siria (cap. 15: 1, 28- 31; HAp 126-131, 153); (5) el hecho de que fueran helenos
no significa que fueran paganos idólatras antes de convertirse, y que quizá,
como Cornelio, algunos de ellos ya temían a Dios (ver com. cap. 10: 2) y
asistían a la sinagoga (compárese con los corintios, Hech. 18: 4).
No se
sabe si la conversión de los helenistas que se registra en este capítulo
precedió o siguió a la conversión de Cornelio. Es probable que por mucho tiempo
se hubiera trabajado en Antioquía entre los judíos, tanto griegos como
palestinos o sirios, y que los varones de 262 Chipre y de Cirene llegaran
después de que la historia de Cornelio hubiera puesto en acción fuerzas que
permitieron proclamar el mensaje del Evangelio más allá de los límites de la
raza judía.
21. La mano del Señor.
Esta expresión aparece con frecuencia en el AT para referirse a la
intervención directa de Dios en los asuntos de la tierra. Ver Exo. 14: 31, donde
el "hecho que Jehová ejecutó" en hebreo es la mano ( yad ) de Jehová". Compárese
también con la frase "mano de Jehová" " en Exo. 9: 3; Rut 1: 13; 1 Sam. 7: 13;
Neh. 2: 8; etc. que hace destacar la verdad de un Dios personal.
Gran
número creyó.
Aquí hay nuevas señales del maravilloso crecimiento de la
iglesia. Cf. cap. 2: 47; 4: 4; 5: 14; 6: 7; 8: 6, 12; ver com. cap. 9: 31; 11:
24.
22. La noticia de estas cosas.
Es decir, el informe acerca de los conversos de Antioquía. Si, como es
probable, los nuevos conversos eran gentiles, la recepción favorable que tuvo en
Jerusalén la noticia de su conversión sin duda se debió a que Cornelio ya había
sido aceptado.
Iglesia que estaba en Jerusalén.
Ver com. cap. 8:
14.
Enviaron a Bernabé.
Lo enviaron para que fortaleciera la
obra en Antioquía y para darle el apoyo y la aprobación de la iglesia de
Jerusalén, así como se había enviado a Pedro y a Juan a Samaria (cap. 8: 14).
Quizá se escogió a Bernabé porque se sabía que simpatizaba con la obra que se
estaba haciendo en Antioquía. Era amigo de Saulo, a quien había presentado a
algunos de los discípulos en Jerusalén (cap. 9: 27), y debe haber conocido las
convicciones de Saulo y sus esperanzas en cuanto a los gentiles. Por lo tanto,
se sentiría feliz de tener la oportunidad de trabajar de ese mismo modo. También
era ventaja el hecho de que era del mismo país de algunos de los misioneros que
estaban trabajando en Antioquía.
Hasta Antioquía.
Es posible que
Bernabé hubiera visitado otras congregaciones mientras se dirigía a Antioquía.
23. La gracia de Dios.
Ver com.
Rom. 3: 24.
Se regocijó.
Bernabé vio en la nueva obra sólo lo
que era digno de su aprobación, y el hecho de que más miembros se estuvieran
añadiendo a la iglesia fue para él motivo de profundo gozo. En verdad, toda la
experiencia y el programa del cristiano debería ser siempre motivo de gozo
continuo.
Exhortó.
Mejor "exhortaba" " (BJ); el verbo griego
expresa acción repetida o continua.
Propósito de corazón.
"Con
corazón firme" (BJ).
Permaneciesen fieles al Señor.
La lealtad
debe ser hacia el Señor Jesucristo, la cual debe permanecer en él con "corazón
firme", como lo indica la frase anterior. Bernabé había visto el resultado de la
acción de la gracia de Dios en los conversos de Antioquía, pero sabía, como lo
sabe todo verdadero pastor, que la voluntad del hombre o la falta de ésta puede
frustrar la gracia. No es cierto que el que ha aceptado a Cristo nunca más puede
perderse, pues la gente puede apartarse de Cristo. Es necesario que la voluntad
del hombre coopere con Dios para que se complete la obra de la santificación.
24. Bueno.
Es decir, recto (cf.
Luc. 18: 18-19). En relación con Bernabé, esto significa un gran elogio, y sin
duda expresaba la opinión personal de Lucas respecto a él. Es posible que usara
esta alabanza en su narración porque poco después se refería a la contienda que
separó a Bernabé de Saulo de Tarso, amigo y compañero de labores de Lucas (Hech.
15: 39).
Lleno del Espíritu Santo.
Un hombre de buen carácter
como Bernabé, destacado entre los judíos griegos de Antioquía, tendría una gran
influencia entre judíos y griegos en esa ciudad. Esteban tenía la misma
característica (cap. 6: 5). Como resultado de la persecución que siguió a la
muerte de Esteban, los misioneros habían ido a Antioquía. Algunos de ellos
pueden haber sido helenistas activos en la obra por la cual fue apedreado
Esteban.
Una gran multitud.
Esta frase sugiere un gran
incremento, superior al que se registra en el vers. 2l. La aprobación de lo que
se estaba haciendo en Jerusalén, tal como lo expresaban el gozo y la exhortación
de Bernabé, el "hijo de consolación", sin duda serviría para aumentar el celo de
estos fervientes obreros de Cristo.
25. Fue
Bernabé a Tarso.
Esto es importante, pues presupone que Saulo aprobaba
la obra que se estaba haciendo en Antioquía, y demuestra la confianza de Bernabé
en que Saulo era la persona apta para ayudar en la obra allí. También sugiere
que había habido comunicación con Saulo, ya fuera mediante un mensajero o por
carta, después de que éste salió de Jerusalén. Se puede deducir que Saulo había
permanecido en Tarso o en sus alrededores, predicando el Evangelio y también en
las aldeas vecinas de Cilicia (ver pp. 104-105; com. cap. 15: 41).
Para
buscar a Saulo.
Ahora se le pide a Saulo, a quien el Señor se le había
aparecido y había sido señalado como "instrumento escogido" " (cap. 9: 15) para
llevar el nombre de Cristo a los gentiles, que se una a Bernabé en esta nueva
tarea de predicar a los gentiles de Antioquía. Saulo aceptó la invitación, pues
sin duda ya había oído de los resultados del poder de Dios allí.
26. Todo un año.
Aquí se menciona
el tiempo preciso, a diferencia de casos anteriores. Saulo, arriesgando su vida,
había predicado en Damasco y en Jerusalén. En la iglesia de Antioquía halló
cierta tranquilidad y amplias oportunidades adecuadas a su fervor.
Con
la iglesia.
O "en la iglesia". No se trata de un edificio, pues la
iglesia no tuvo edificios sino hasta el siglo III; se refiere a la congregación.
Los interesados se reunían con los creyentes y eran incorporados en la iglesia
tan pronto como aceptaban plenamente el mensaje evangélico.
Enseñaron a
mucha gente.
Ver com. vers. 21, 24.
Se les llamó cristianos.
Juliano, el emperador romano llamado el apóstata (361-363 d. C.), hizo
notar que la población de Antioquía de su tiempo se caracterizaba por la
tendencia de inventar sobrenombres satíricos. Parece que esta tendencia existía
cuando el cristianismo apareció en esa ciudad. La primera sílaba de la palabra
jristianós viene del vocablo griego jristós , "Cristo", mientras que la última
parte se parece más al latín, y se asemeja a palabras como pompeiani , nombre
dado a los seguidores de Pompeyo. En los Evangelios aparece un vocablo similar:
"herodianos" ( h ' rÇdianós Mat. 22: 16), que parece reflejar cierta relación
con Roma. También es posible que los paganos hubieran dado el nombre a los
cristianos para ridiculizarlos, así como 15 siglos más tarde los enemigos de
Lutero usaron el término lutherani para burlarse de los seguidores del
reformador.
Evidentemente, los discípulos de Cristo no se pusieron a sí
mismos este nombre. Como su uso indicaba que los que lo llevaban eran seguidores
del Mesías, el Cristo, no podía ser un nombre inventado por los judíos. Es clara
la razón por la cual apareció este nuevo nombre. A medida que los nuevos
conversos gentiles se unían a la iglesia en Antioquía, ninguno de los nombres
anteriores servía para abarcar a todo ese conjunto cosmopolita. Ya no eran todos
nazarenos, ni galileos, ni judíos griegos. Para los habitantes de Antioquía debe
haber parecido una extraña mezcla. Por lo tanto, la palabra híbrida "cristiano",
basada en un término griego con terminación latina, parecía ser adecuada. Y lo
que en un principio fue una burla, más tarde se convirtió en un nombre en el
cual gloriarse: " "Si alguno padece como cristiano, no se avergüence" " (1 Ped.
4: 16).
Existe una antigua tradición, por cierto no digna de mucho
crédito, de que fue Evodio, primer obispo de Antioquía, quien comenzó a usar el
término "cristiano". Uno de los primeros documentos cristianos que emplea este
vocablo es la Didajé (12. 4), de comienzos del siglo II.
27. En aquellos días.
Ver segunda Nota Adicional del cap.
12.
Unos profetas descendieron.
Cumplimiento de la profecía de
Joel, a la cual Pedro se refirió en su sermón de Pentecostés (cap. 2: 17), de
que en la joven iglesia habría profetas (Hech. 13: 1-2; Efe. 2: 20). Sin
embargo, no es posible apreciar en el NT una descripción clara de lo que era la
tarea del "profeta". Se trataba de personas que poseían un don del Espíritu, que
algunas veces se ocupaban en predicar y explicar la Palabra de Dios, y en otras
ocasiones tenían la capacidad de predecir acontecimientos futuros, como lo hizo
Agabo (Hech. 13: 1; 15:32; 19: 6; 21: 9-10; Rom. 12: 6; 1 Cor. 12: 10, 28-29;
13: 2; 14: 6, 29-37). La misión de los profetas evidentemente debe ser
considerada como otra muestra de aprobación dada por la iglesia en Jerusalén a
la obra que Saulo y Bernabé estaban realizando en Antioquía.
28. Agabo.
Este mismo profeta
aparece después en Cesarea (cap. 21: 10-11). Corresponde señalar que en el
Códice de Beza se lee en este versículo el siguiente texto: "Y había allí gran
gozo. Y reunidos nosotros, uno de ellos, de nombre Agabo habló" ". " Si este fue
el texto original, se tendría aquí el primer pasaje en el cual Lucas, el médico
amado, emplea la primera persona del plural (ver com. cap. 16: 10). En relación
con esto es interesante notar que según una antigua tradición cristiana Lucas
era oriundo de la ciudad de Antioquía.
Daba a entender por el Espíritu.
Cf. cap. 21: 11.
Una gran hambre.
Es probable que sea el
hambre mencionada por Josefo (Antigüedades xx. 2. 5), quien relata que Helena,
reina de Adiabene, país situado al este del Tigris, estando de visita en
Jerusalén, socorrió a la gente consiguiéndole cereales de Alejandría e higos
secos de Chipre. Puede entenderse que esta hambre fue un cumplimiento parcial de
la profecía de Jesús de Mat. 24: 7. En cuanto a su relación con la cronología
del NT, ver pp. 101, 103; primera Nota Adicional del cap. 12.
La tierra
habitada.
Gr. oikoumén' , vocablo correctamente traducido por la RVR. En
Luc. 2: 1; 4: 5 y en otros pasajes del NT se emplea esta palabra para designar
al Imperio Romano.
Claudio.
El reinado de Claudio duró desde el
año 41 hasta el 54 d. C. Fue un período notable por sus frecuentes hambres
(Suetonio, Claudio xviii. 2; Tácito, Anales xii. 43).
29. Entonces los discípulos.
Es decir, los miembros de la
iglesia de Antioquía.
Cada uno conforme a lo que tenía.
Es
decir, "conforme a sus posibilidades financieras", "según era prosperado" . Esta
colecta parece que se hizo como resultado de la profecía, antes de que viniera
el hambre. Sin duda Saulo y Bernabé activamente procuraron que los gentiles
apoyaran esta colecta. Fue la primera de las colectas "para los pobres" que
había "entre los santos" de Jerusalén (Rom. 15: 25-26). Posteriormente fueron
tan importantes en el trabajo de Pablo (cf. Hech. 24: 17; 1 Cor. 16: 1; 2 Cor.
9; Gál. 2: 10), que el apóstol las consideraba como un lazo de unión entre los
sectores judíos y gentiles de la iglesia. La liberalidad de los conversos de
Jerusalén en el brillo de su primer amor (Hech. 2: 45), junto con la persecución
que después sufrieron (cap. 8: 1), probablemente los había empobrecido más que a
otros. Por eso, cuando hubo hambre quizá tuvieron que depender en gran medida de
la ayuda de las iglesias que estaban en zonas no afectadas por el hambre. La
iglesia de Antioquía dio un digno ejemplo a las otras iglesias.
30. Los ancianos.
Gr. presbúteros ,
"mayor" [en edad], por lo tanto, "anciano", "presbítero". Esta es la primera
noticia que se tiene de un cargo tal en la iglesia cristiana. Es probable que no
se refiera a los apóstoles, porque en otro pasaje (cap. 15: 2, 4, 6) los
apóstoles y los ancianos se presentan como dos grupos diferentes. Desde aquí en
adelante, los ancianos aparecen como un elemento importante en la organización
eclesiástica. El término "anciano" y hasta cierto punto el puesto en la iglesia
al cual se refiere, tenía las raíces de su origen tanto en los antecedentes de
los gentiles como de los judíos. Algunos papiros de Egipto muestran que los
"ancianos" desempeñaban un papel importante en la vida económica de los
aldeanos. A ellos se les pedía que decidieran en cuanto a cuestiones de alquiler
de tierra y el pago de impuestos (J. H. Moulton y G. Milligan, The Vocabulary of
the Greek Testament , p. 535). Este término se empleaba en el Asia Menor para
designar a los miembros de una corporación; y en Egipto, para referirse a los
sacerdotes de un templo (A. Deissmann, Bible Studies , pp. 156, 233). Entre los
judíos la palabra "anciano" ( presbúteros ) era empleada para designar al
dirigente de una sinagoga local, como se ve en la inscripción de Teodoto (ver
com. cap. 6: 9). Los miembros del sanedrín también son llamados "ancianos" (Heb.
zeqenim ; ver com. cap. 4: 5). Por lo tanto, puede verse que el término era
conocido, y fácilmente pudo haber sido adoptado para designar a los dirigentes
que desempeñaban las responsabilidades principales en sus congregaciones
locales. Además de llevar esas responsabilidades en las congregaciones, los
ancianos de la iglesia de Jerusalén pueden también haber estado en un nivel algo
similar al de los zeqenim del sanedrín judío, pues ellos, como los apóstoles,
aparecen en el cap. 15 como quienes tenían cierta autoridad que trascendía los
límites de sus propias congregaciones. En este caso los fondos recolectados en
Antioquía fueron enviados mediante Bernabé y Saulo a los ancianos de Jerusalén,
para que fueran distribuidos entre los pobres.
En la iglesia primitiva
también se le daba el nombre de epískopos al anciano. Esta palabra significa
"supervisor", y ha pasado al castellano como "obispo". Históricamente, por lo
menos desde el siglo III d. C., el "anciano" (presbítero) y el "obispo" han
ejercido funciones diferentes dentro de la iglesia. Sin embargo, la evidencia
del NT indica claramente que en los tiempos apostólicos los dos términos se
aplicaban indistintamente (cf. 1 Tim. 3: 2-7 y Tito 1: 5-9; ver com. Hech. 20:
28; cf. Fil. 1: 1). Clemente de Roma (c. 96 d. C.) parece hacer equivaler a los
dos ( Epístola a los 266 Corintios 44), y Crisóstomo (m. 407 d. C.) declaró: "En
tiempos antiguos, los ancianos [presbíteros] eran llamados obispos y diáconos de
Cristo; y los obispos, ancianos [presbíteros]" ( Comentario sobre la Epístola a
los Filipenses 1 ).
Según la epístola de Santiago, uno de los deberes
del anciano es visitar a los enfermos, orar al Señor para que les devuelva la
salud y ungirlos con aceite para su curación (cap. 5:14). Respecto a la
evolución posterior del cargo de anciano y de obispo, ver pp. 28, 39-44.
CBA T6
Comentarios
Publicar un comentario