1. ¿Acaso ignoráis?
"¿O es que ignoráis?" (BJ).
Ver com. cap. 6: 3. "O" sugiere una alternativa. En realidad Pablo plantea un
dilema: " "O bien admitís la verdad de mi afirmación de que vuestra muerte al
pecado " [cap. 6: 11] significa que no estáis más bajo ley [cap. 6: 14], o de lo
contrario debéis ignorar la naturaleza de la ley con la que yo daba por sentado
que estabais familiarizados". Presenta otra ilustración para mostrar cómo se ha
efectuado la transición de la ley a la gracia y cuáles debieran ser los
resultados de este cambio. El cap. 7 se basa sobre una afirmación fundamental de
Pablo: " "No estáis bajo la ley, sino bajo la gracia" " (cap. 6: 14). Para
explicarlo ya se ha referido al bautismo y a la relación entre los esclavos y
sus amos. Ahora recurre a una ilustración de la ley del matrimonio.
Conocen la ley.
Literalmente "conocen ley". La ausencia del
artículo delante de "ley" sugiere que Pablo se está refiriendo al principio de
ley en general (ver com. cap. 2: 12). Dice sencillamente que la ley no puede
acusar o castigar a un hombre después que ha muerto; sin embargo, en el contexto
de este capítulo después resulta evidente que Pablo piensa especialmente en la
ley del AT (ver cap. 7: 7).
Se enseñorea.
Anteriormente Pablo ha
personificado a la "muerte" y al "pecado" como si hubieran "tenido dominio" o
"reinado" sobre el pecador (cap. 5: 14-17; 6: 12). Para Pablo, estar bajo el
dominio de la ley equivale a estar bajo el dominio del pecado (ver com. cap. 6:
14). La razón para esto es que la ley sólo revela la norma de rectitud, pero no
puede quitar la culpabilidad ni el dominio del pecado. La ley exige completa
obediencia a sus preceptos, pero no ofrece al pecador el poder que lo capacita
para la obediencia. Por otro lado, la gracia hace lo que la ley es incapaz de
realizar. Elimina la culpa del pecado y también imparte poder para vencerlo. De
modo que para Pablo estar bajo la ley es estar bajo el pecado, y morir a la ley
equivale a morir al pecado. Su propósito en este capítulo es destacar que,
debido al pecado y a la debilidad de la carne pecaminosa (cap. 8: 3), la ley es
completamente incapaz de proporcionar salvación al pecador.
Hombre.
Gr. ánthrÇ,pos , "hombre" en sentido genérico (ver Mat. 8: 20; Mar. 2:
27; etc.), varón o mujer (ver Mat. 15: 11; Juan 3: 4; 16:21; etc.). En cambio la
palabra an'r se refiere exclusivamente al "varón" (Mar. 10: 2; Luc. 1: 27;
etc.).
Entre tanto que éste vive.
En griego dice: "tanto tiempo
como viva", permitiendo que se entienda de dos formas; el tiempo que dura la ley
y el tiempo que vive el hombre. La segunda interpretación es más natural y está
más de acuerdo con el contexto, porque Pablo se está preparando para aplicar a
la ley el principio de que la ley puede presentar sus demandas contra un hombre
sólo mientras éste vive.
2. La mujer
casada.
Gr. húpandros , literalmente, "bajo marido", es decir sujeta a
un marido. Esta palabra sólo aparece aquí en el NT Se encuentra en la LXX en
Núm. 5: 20, 29; Prov. 6: 24, 29. La traducción "mujer casada" es muy exacta.
Está sujeta por la ley.
Literalmente "ha sido sujeta por ley".
Mientras éste vive.
La frase dice literalmente "al marido
viviente" . Compárese con 1 Cor. 7: 39.
Libre.
Gr. katargéÇ (ver
com. cap. 3: 3). La definición "liberar de" es apropiada aquí. Al morir su
esposo queda anulada y abolida la condición de la mujer como su esposa.
La ley del marido.
Es decir, la ley acerca del marido, las
reglas de la ley que tratan del matrimonio. Compárese con la frase "ley para el
leproso" " (Lev. 14: 2). Cuando el marido muere, la mujer queda liberada de "la
ley del marido", la cual define su relación legal con él, pero prohibe que se
case con otro mientras viva su marido.
3. Llamada.
Gr. jer'matízÇ , que puede sugerir que la
mujer formalmente es llamada o considerada adúltera, y en este caso estaría
sometida a los más severos castigos bajo la ley del AT (ver Lev. 20: 10).
Esa ley.
Es decir, la ley del marido (ver com. vers. 2).
4. Así también.
Pablo ahora aplica
la ilustración de la ley del matrimonio a la vida del cristiano. Su mayor
argumento es que la muerte disuelve la obligación legal. Por lo tanto, así como
la muerte libera a la esposa de las obligaciones que impone la ley del
casamiento, o sea que pueda casarse legalmente con otro, así también la
crucifixión (o muerte) del cristiano con Cristo lo libera del dominio del pecado
y de la ley. Entonces puede comenzar una nueva unión espiritual con el Salvador
resucitado.
Habéis muerto.
O "fuisteis muertos", que se refiere
a la crucifixión del "viejo hombre" con Cristo (cap. 6: 6). En la ilustración,
la muerte del marido fue la que liberó a la esposa de la ley; en la aplicación,
la muerte de la vieja naturaleza pecaminosa es la que libera al creyente de la
condenación y del dominio de la ley, para que se una a Cristo. Aquí, como en el
cap. 6, Pablo ve al cristiano como si tuviera una vida doble: la antigua vida
condenada por el pecado, de la que se despoja con Cristo, y la nueva vida de
aceptación y santidad a la cual resucita con Cristo (ver com. vers. 11).
A la ley.
La muerte del viejo hombre resulta en la liberación
del yugo impuesto por uno mismo, el de tratar de ganar la salvación por las
obras de la ley (ver com. cap. 6: 14).
Mediante el cuerpo de Cristo.
Es decir, mediante la muerte expiatorio de Cristo (ver Efe. 2: 15; Col.
1: 22; 1 Ped. 2: 24). El creyente es bautizado en esa muerte (Rom. 6: 4), y al
participar así de la muerte de Cristo al pecado y a la ley, como se explica en
el cap. 6, el creyente puede considerar que su vieja naturaleza está muerta a
las cosas que una vez la cautivaban. El que acepta a Cristo ocupa su lugar con
él en la cruz y allí hace que sea crucificada su vieja naturaleza.
Para
que seáis de otro.
Pablo acostumbra en sus escritos comparar a la unión
de Cristo y los creyentes con un matrimonio (2 Cor. 11: 2; Efe. 5: 25, 28-29;
cf. Jer. 3: 14).
De otro.
Es decir, de Cristo.
Llevemos
fruto.
El simbolismo de este capítulo se asemeja mucho al del cap. 6. El
"viejo hombre" es el primer marido. La crucifixión del "viejo hombre" (cap. 6:
6) es la muerte del marido. La resurrección a una nueva vida (cap. 6: 5, 11) es
el nuevo casamiento. En cada caso el resultado final es llevar fruto para Dios,
el fruto de una vida reformada (cap. 6: 22).
5. En la carne.
Es decir, la unión con la vieja
naturaleza, en el cuerpo de pecado (cap. 6: 6), la obediencia a los impulsos más
viles. Esta frase describe una vida que no ha sido regenerada, cuyo principal
propósito es la complacencia de los apetitos y de los sentidos. Debe contrastar
con la vida "según el Espíritu" (cap. 8: 9).
Por la ley.
O
"mediante la ley"; "excitadas por la ley" (BJ); "atizadas por la ley" (BC).
Pablo explica en los versículos siguientes lo que quiere decir con estas
palabras. No afirma que la ley es la raíz u origen de esas pasiones pecaminosas,
sino que la ley revela (vers. 7) dichas pasiones que identifica como pecados,
los cuales son propios de la naturaleza rebelde y pecaminosa del hombre. Esta
obra preliminar de la ley es vital para la salvación de los pecadores, y es un
gran error culpar o condenar a la ley porque cumple este propósito tan
necesario.
Pablo no disminuye en nada la necesidad o la importancia de
la ley moral; por el contrario, su evangelio en realidad sirve para ensalzar la
ley. Una de sus principales preocupaciones es que los hombres comprendan la
relación correcta que existe entre la ley y el Evangelio, y su gran mensaje es
que los pecadores no deben depender de ley, ni siquiera de la ley de Dios (ver
com. cap. 2: 12; 6: 14), para que haga por ellos lo que sólo puede alcanzarse
mediante la gracia de Dios que justifica y santifica por medio de Jesucristo. La
comprensión de esta verdad fundamental para la salvación no disminuye el respeto
por la ley de Dios; por el contrario, produce un efecto precisamente opuesto en
los que tienen fe (ver com. cap. 3: 31).
Obraban.
O "estaban
activas". Ve el contraste con su inactividad en el cristiano que ha renacido
(cap. 6: 6).
En nuestros miembros.
Es decir, en los órganos y
facultades de nuestros cuerpos (ver com. cap. 6: 13).
Llevando fruto.
Cf. Sant. 1: 15.
6. Libres.
Gr. katargéÇ (ver com. cap. 3: 3); "emancipados" " (BJ), "desligados" "
(NG). La palabra se usa en cap. 7: 2 para describir que la esposa queda liberada
de la "ley del marido". "Libres de la ley" es el equivalente a no estar "bajo la
ley". Para su significado, ver com. cap. 6: 14.
Por haber muerto para
aquella en que estábamos sujetos.
O: " "Por haber muerto a aquello que
nos tenía aprisionados" " (BJ). Es decir, una vez que hemos muerto a la ley, que
nos tenía sujetos. Pablo se refiere aquí al medio por el cual quedamos liberados
de la ley: la muerte del viejo hombre pecaminoso (vers. 4). Esa muerte nos da
libertad, así como la muerte del marido dejaba libre a la mujer (vers. 2).
Cuando nuestro viejo hombre es crucificado con Cristo (cap. 6: 6), nosotros,
como la mujer en la ilustración, morimos a la ley (cap. 7: 4) que anteriormente
había ejercido sobre nosotros el dominio opresivo, por causa de nuestra
desventurada unión con la vieja naturaleza pecaminosa ver com. cap. 6: 14).
De modo que sirvamos.
O "de modo que servimos". La frase puede
entenderse como una expresión de propósito (cf. vers. 4) o de resultado (cf.
cap. 6: 22).
Bajo el régimen nuevo del Espíritu.
Los creyentes
que han muerto al pecado y resucitado a la vida nueva (cap. 6: 2, 4), ahora
prestan un servicio que es nuevo y espiritual. Su obediencia a la ley de Dios ya
no es legalista y mecánica, como si la justificación consistiera simplemente en
cumplir con un código de reglamentos externos de conducta que no tiene nada que
ver con la condición del corazón. Mediante su unión con el Salvador resucitado,
los creyentes han aprendido un camino nuevo de verdadera obediencia cordial y
espiritual. Tal servicio y tal culto sólo son posibles para los que han renacido
del Espíritu Santo y viven bajo su influencia. Pablo amplía su explicación en el
cap. 8.
Bajo el régimen viejo de la letra.
Literalmente "en
antigüedad de letra". Una descripción de la obediencia legalista de los que
tratan de alcanzar la salvación por las obras de la ley. Así procedían los
fariseos que eran cuidadosos en diezmar "la menta y el eneldo y el comino" pero
al mismo tiempo omitían " "lo más importante de la ley: la justicia, la
misericordia y la fe" " (ver com. Mat. 23: 23). "Lo más importante" era lo que
tenía que ver con el corazón y el espíritu. Servir "en antigüedad de letra" sólo
puede conducir al pecado y a la muerte (Rom. 7: 5); pero el Evangelio es
portador del ofrecimiento de Dios de capacitar al hombre para el servicio
espiritual que emana del corazón. Haber renacido del Espíritu Santo significa la
creación de un corazón limpio y la renovación de un espíritu recto (cf. Sal. 51:
10), de modo que desde allí en adelante el creyente ya no sirve a Dios movido
por el sentimiento de un yugo legal y por temor, sino en un nuevo espíritu de
libertad y de amor (ver Juan 4: 23; 6: 63; 2 Cor. 3: 6).
7. ¿Qué diremos, pues?
Una frase típica de Pablo (ver com.
cap. 4: 1). El apóstol se prepara ahora para hacer frente a otra posible
comprensión equivocada de lo que ha dicho en cuanto a la relación entre la ley y
el pecado.
¿La ley es pecado?
Pablo ha afirmado (vers. 5) que el
pecado se vale de la ley para causar la destrucción del pecador. ¿Significa esto
que la ley es algo pecaminoso, cuyo único propósito es hacer que los hombres
sean peores de lo que eran antes? Pablo responde explicando que el mal no está
en la ley sino en el hombre, y que aunque es cierto que la ley es la "ocasión"
del pecado (vers. 8), sin embargo " la ley es santa, justa y buena" (vers. 12).
En ninguna manera.
Ver com. cap. 3: 4.
Pero.
Gr.
allá , que generalmente se traduce "Pero", aunque puede significar "por el
contrario" " (ver 1 Cor 12: 22); es decir, por el contrario, lejos de que la ley
sea pecado, pone de manifiesto el pecado. Allá también puede entenderse como "no
obstante", "sin embargo" " (ver Rom. 5: 14). Es decir, aunque se niegue
enfáticamente que la ley es pecado, a pesar de todo si no fuera por la ley yo no
tendría conocimiento del pecado. Cualquiera de estas interpretaciones
corresponde con el argumento de Pablo.
Yo no conocí el pecado.
Puesto que el pecado es "impiedad" o "infracción de la ley" " (ver com.
1 Juan 3: 4), es lógico que el efecto de la ley en la vida de un hombre es
revelarle el pecado en su verdadera naturaleza. El proceder lógico frente a la
ley es considerarla como un enemigo por haber pronunciado este veredicto justo.
El espejo no es enemigo de una persona fea porque le revela su fealdad, ni
tampoco un médico es enemigo de un enfermo porque le dice que está enfermo. Ni
el médico es el causante de la enfermedad, ni el espejo de la fealdad. Tampoco
Dios es la causa de la enfermedad y de la fealdad de nuestro pecado porque nos
lo muestra en el espejo de su santa ley. Por el contrario, Dios es el autor del
plan divino mediante el cual Jesús vino al mundo a curar nuestra enfermedad.
Por la ley.
Literalmente "por medio de ley" (ver com. cap. 2:
12).
Codicia.
Gr. epithumía, "deseo" "anhelo" a veces de cosas
lícitas (Luc. 22: 15; Fil. 1: 23), pero generalmente de cosas prohibidas (Rom.
13: 14 Sant. 1: 14-15; etc.). La palabra que se traduce "codiciarás" en el mismo
versículo es epithuméÇ, verbo afín de epithumía .
Si la ley no dijera.
Una referencia al décimo mandamiento (Exo. 20: 17).
No
codiciarás.
Es significativo que Pablo escogiera el décimo mandamiento,
pues no es simplemente un ejemplo del resto sino que contiene el principio que
está en la raíz de todo pecado (ver PP 318). El uso que hace Pablo de este
mandamiento en un contexto tal revela un significado más profundo que el que
expresan literalmente estas palabras. En la prohibición no sólo vio el deseo de
ciertas cosas específicamente mencionadas en el mandamiento, sino también el
deseo de cualquier cosa prohibida por Dios. En otras palabras, la ley prohibe
cualquier clase de deseo egoísta y pecaminoso, y esto es lo que Pablo no hubiera
sabido "si la ley no" lo "dijera". Descubrió que la verdadera obediencia a los
mandamientos de Dios no era una simple conformidad externa con la letra de la
ley, sino que tiene que ver con la mente, el corazón y el espíritu (vers. 14;
cf. cap. 2: 29). El pecado no es simplemente una brecha externa abierta en la
letra de la ley, sino una condición interior y profunda de la mente, la
disposición, los hábitos y el carácter, de donde proceden todos los actos
pecaminosos (Mat. 5: 28; 1 Juan 3: 15). Sin embargo, el efecto inicial que tuvo
este profundo descubrimiento en el corazón de Pablo cuando aún no estaba
regenerado, fue despertar su naturaleza corrupta provocando una oposición
pecaminosa (Rom. 7: 8).
8. Pecado.
Pablo personifica al pecado como el principio y poder antagónico a la
ley de Dios (ver com. cap. 5: 12). El pecado es representado en el NT como un
enemigo que siempre está procurando causar nuestra ruina, y que aprovecha cada
ocasión para lograrlo. Se lo describe como rodeándonos y asediándonos (Heb. 12:
1), sometiéndonos a servidumbre (Rom. 6: 12), seduciéndonos, y así causando
nuestra muerte (Sant. 1: 14-15). En otras palabras, se presenta al pecado como
haciendo todo lo que Satanás -el máximo enemigo de la humanidad- está tratando
de lograr al tentarnos a pecar. En cuanto a la forma en que Satanás usa la ley
como una ocasión para tentar y atraer a la humanidad a la desobediencia, de modo
que los seres humanos queden sometidos a la condenación y a la muerte, ver com.
Rom. 7: 11.
Ocasión.
Gr. aform' , "oportunidad", "ocasión". Sólo
Pablo usa esta palabra en el NT (Rom. 7: 11; 2 Cor. 5: 12; 11: 12; Gál. 5: 13; 1
Tim. 5: 14).
Mandamiento.
Un solo precepto, en este caso el
décimo mandamiento, en contraste con "ley" que se refiere a todo el código. Las
palabras "por el mandamiento" pueden relacionarse con "tomando ocasión", lo que
significa que el pecado se aprovechó del mandamiento (RVR); o podrían
relacionarse con "produjo en mí", lo que significaría que el pecado obró en mí
con la ayuda del mandamiento. La segunda posibilidad podría compararse con
"produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno" (vers. 13). En ambos
casos, el significado es prácticamente el mismo.
Produjo.
Gr.
katergázomai , "llevar a cabo", "completar", "conseguir" (cf. Rom. 2: 9; 1 Cor
5: 3; 2 Cor. 7: 10). Se usa para referirse a lograr algo ya bueno o malo (Rom.
7: 15, 17-18, 20).
Codicia.
"Concupiscencias" (BJ), "deseos
desordenados" (VM). Gr. epithumía (ver com. vers. 7). Pablo está diciendo que el
mandamiento que ordena no codiciar hizo que codiciara más. El corazón no
regenerado reacciona así ante la expresa voluntad de Dios. Algo que ha sido
prohibido con frecuencia parece ser más deseable, y excita los malos deseos del
corazón rebelde (cf. Prov. 9: 17).
Un pecador puede parecer como
sosegado y tranquilo, en paz consigo mismo y con el mundo, pero cuando la ley de
Dios llega hasta su conciencia no es raro que se irrite y se enoje. Desprecia la
autoridad de la ley, y sin embargo su conciencia le dice que la ley tiene razón.
Trata de ponerla a un lado, pero tiembla ante su poder. Y para mostrar su
independencia y determinación de pecar, se sumerge en la iniquidad y se
convierte en un pecador más impío y obstinado. Esta situación se convierte en
lucha, y en el conflicto con Dios el pecador resuelve no dejarse vencer. Por eso
es frecuente que un hombre sea más irreverente, blasfemo e impío cuando siente
la convicción de su pecado, que en otras ocasiones. De modo que cuando una
persona se torna especialmente violenta e insultante en su oposición a Dios,
podría a veces ser una clara indicación de que está empeñada en esta lucha
contra su conciencia.
Compárese esta conducta con el caso de Pablo que
se oponía a la voluntad de Dios que le era revelada. Pablo se sentía disgustado
después del martirio de Esteban porque tenía la íntima convicción de que el
mártir estaba en lo correcto, y para aplacar esa creciente convicción se sumió
con celo frenético en una campaña de persecución, terror y muerte (ver HAp
92-93). Procuraba "dar coces contra el aguijón" de la convicción y de una
conciencia esclarecida (Hech. 26: 14). Su prejuicio y su ambición de popularidad
hicieron que se rebelara contra Dios, hasta que se convirtió en un instrumento
en las manos de Satanás (HAp 83-84). De ese modo la revelación de la voluntad de
Dios excitó la naturaleza pecaminosa de Pablo hacia un pecado todavía mayor,
hasta que al fin llegó a estar dispuesto a reconocer su pecaminosidad y su
necesidad de un Salvador (Hech. 9: 6; ver HAp 97).
El caso de Pablo es
una clara ilustración de que la ley no puede desarraigar la rebeldía y el
pecado. Su efecto puede ser precisamente el contrario. Pablo halló libertad del
poder del pecado y de la condenación únicamente cuando se encontró frente a
frente con Cristo.
Sin la ley.
Literalmente "sin ley" (BJ, BC);
o "aparte de ley" (ver com. cap. 2: 12).
El pecado está muerto.
Pablo ya ha presentado tácitamente la idea de que el pecado está
"muerto" sin ley (cap. 4:15; 5:13). Es evidente que con "muerto" no quiere decir
que no existe, sino que está inerte. Compárese con "la fe sin obras está muerta"
(Sant. 2: 26). El pecado ha reinado siempre desde la transgresión de Adán (Rom.
5: 12, 21), pero su pleno poder y virulencia sólo se manifestaron cuando
apareció la ley con sus restricciones y prohibiciones. Entonces el pecado se
presenta como rebelión contra la voluntad de Dios, y la naturaleza humana no
regenerada es instigada a la oposición y al pecado.
9. Yo. . . vivía.
Pablo se refiere a su vida pasada, pero
con su experiencia simboliza a todos los que no están convertidos y dependen de
su propia justicia.
Sin la ley. . . en un tiempo.
El período de
su vida pasada al cual aquí se refiere Pablo, ha sido objeto de muchos debates;
sin embargo, por el contexto parece evidente que está hablando del tiempo
anterior al momento cuando comprendió la verdadera naturaleza, espiritualidad y
alcances de la ley divina. Fue un período durante el cual creía que era justo y
que, en lo que se refería a su conducta externa, parecía que estaba cumpliendo
la ley. Pero era una justicia legalista, como aquella de la que se jactaba el
joven rico cuando fue puesto frente a frente con los mandamientos: " "Todo esto
lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?" " (Mat. 19: 20). Pablo
también podía pretender que "en cuanto a la justicia que es en la ley" él era
"irreprensible" (Fil. 3: 6; cf. Hech. 26: 5). Compárese con la jactancioso
oración del fariseo, llena de justicia propia (Luc. 18: 11-12). Pero cuando
Pablo discernió el carácter espiritual de la ley, el pecado apareció en su
verdadero carácter repulsivo. Se vio a sí mismo como transgresor, y su
engreimiento se desvaneció (ver CC 27-28).
Venido el mandamiento.
Es decir, cuando Pablo comprendió en su mente y en su conciencia el
significado espiritual del mandamiento "no codiciarás" (vers. 7), vio el
espíritu de la ley en esta prohibición de todos los deseos pecaminosos, y cuando
penetró en él como la palabra de Dios, viva y eficaz y más cortante que toda
espada de dos filos (Heb. 4: 12), la complacencia en su justicia propia quedó
súbitamente destruida.
El pecado revivió.
Es decir, "volvió a
vivir". Pablo no quiere decir que antes de que viniera "el mandamiento", el
pecado -aquí personificado como un ser aborrecible- había estado inactivo en su
vida, sino que él no se había dado cuenta ni de su verdadera naturaleza ni de
sus consecuencias fatales (vers. 13). En realidad, el pecado había actuado sin
restricciones en su vida (vers. 5). Pero la venida del "mandamiento" desafió a
la presencia del pecado y a su derecho de dominar la vida de Pablo. El pecado
entonces se levantó para mantener su disputada autoridad. Apareció en toda su
malignidad y fuerza, en su verdadero carácter: el de un engañador, un enemigo y
un asesino.
Pablo no dice cuándo ni cómo comenzó a sentir por primera
vez el poder condenatorio de la ley; sin embargo, sabemos lo suficiente en
cuanto a sus años anteriores como para tener algún conocimiento de su
experiencia con la ley antes de su conversión. Como fariseo bien versado, que
vivía de acuerdo con la secta más estricta de su religión, con intensos, aunque
inútiles esfuerzos, y mediante una observancia externa, había tratado de cumplir
con las exigencias de una ley santa que escudriña el corazón. Pero la serenidad
y el amor perdonador que manifestó Esteban durante su martirio conmovieron hasta
lo profundo la mente de Pablo, e hicieron que su conciencia comprendiera que la
obediencia a la ley era algo que iba más allá de la letra (ver com. vers. 8).
Morí.
Cuando Pablo llegó a comprender la naturaleza espiritual
de la ley, el nuevo conocimiento sólo sirvió para acusarlo como transgresor y
despertar en él toda clase de malos deseos (vers. 8). Pablo se convirtió
entonces en un pecador plenamente consciente, y descubrió que no tenía esperanza
de vida (cf. cap. 6: 21, 23).
10. Hallé.
Literalmente "fue hallado en mí o por mí", es decir, el mandamiento. Al
fin Pablo supo que el mismo mandamiento de cuya observancia hacía depender su
salvación, sólo podía condenarlo a muerte.
Este es un versículo clave en
el razonamiento de Pablo de que los pecadores no deben depender de la ley para
su salvación. Pablo ha explicado claramente, y ahora lo ilustra con su propio
caso, que el depender de la ley mediante la justicia propia es una grave
tergiversación de la ley, y que sólo puede conducir al sorprendente
descubrimiento expresado en este versículo. La ley de Dios presenta una elevada
norma espiritual que ningún mortal pecador puede alcanzar mediante sus propios
esfuerzos, sin ayuda. Delante de ella sólo aparece como culpable y condenado;
pero bienaventurado aquel que al comprender su impotencia y necesidad acude al
Salvador, el único en quien puede encontrar justificación y salvación (Gál. 3:
24).
El gran error de muchos judíos consistía en su concepto falso de la
función de la ley en un mundo pecaminoso. Orgullosos con su justicia propia, no
estaban dispuestos a reconocer su culpabilidad ante la ley ni su incapacidad
para vivir a la altura de sus preceptos; por lo tanto, no comprendían su
necesidad de un Salvador. Se dedicaban a un diligente estudio de las Escrituras
creyendo que en la ley encontrarían vida y no condenación. No querían ir a
Cristo para que pudieran hallar justificación y vida (Juan 5: 39-40). Ver com.
Eze. 16: 60.
El mismo mandamiento.
Este versículo dice
literalmente: "El mandamiento, el para vida, éste fue hallado por mí para
muerte". La expresión griega es enfática.
Que era para vida.
La
promesa de vida acompañó a la entrega de la ley de Dios a Israel en 18: 5; Deut.
5: 33; Eze. 18: 9, 21; 20: 11, 13, 21; cf. Mat. 19: 17). No hay ninguna
arbitrariedad en esto. Todas las leyes de Dios para nuestro bien físico, mental
y espiritual son dadas para nuestro máximo bien. La vida y la prosperidad, tanto
en este mundo como en el venidero, están íntimamente asociadas a la perfecta
obediencia a las leyes inmutables de Dios.
Para muerte.
Pablo
conoció el pecado por medio de la ley (vers. 7-9; cf. cap. 3: 20), y 548 "la
paga del pecado es muerte" (cap. 6: 23).
11. Porque el pecado.
La conjunción causal "porque" da
comienzo a una explicación del vers. 10. La primera parte del versículo es
similar al vers. 8, pero una diferente sintaxis en griego destaca que no fue el
mandamiento sino el pecado el que "engañó" y "mató". El pecado es personificado
otra vez, y aparece ejerciendo el poder para tentar y destruir, lo que
normalmente corresponde a Satanás.
Por el mandamiento.
Estas
palabras pueden relacionarse con "tomando ocasión" o con "me engañó" (cf. com.
vers. 8). La conclusión "y por él me mató" podría indicar que debe preferirse la
segunda relación. El pasaje entonces diría: "Porque el pecado, tomando ocasión,
me engañó por el mandamiento". La barrera que la ley erige contra el pecado se
convierte en la ocasión para sugerir que se cometa el pecado.
Me engañó.
Gr. exapatáÇ , que básicamente significa "hacer que uno se extravíe".
Pablo es el único que usa esta palabra en el NT (Rom. 16: 18; 1 Cor. 3: 18; 2
Cor. 11: 3; 2 Tes. 2: 3). En el huerto del Edén el pecado se aprovechó del
mandamiento: " "No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis" " (Gén.
3: 3), con lo cual inspiró un mal deseo (ver com. "por la ley" y "codicia","
vers. 5 y 8 respectivamente). Cuando Eva estuvo frente al árbol prohibido
comenzó a dudar de la orden de Dios que le había prohibido que tocara ese fruto
(ver PP 36-37). Esa fue la oportunidad de Satanás, el cual usó la prohibición
divina para engañar a Eva y hacerla pecar. El engaño del pecado consiste en
presentar como algo bueno el objeto del deseo pecaminoso, pero cuando dicho
objeto se alcanza posteriormente resulta malo (Sant. 1: 14-15; cf. Heb. 3: 13,
17). Satanás incitó a Eva a que participara del fruto prohibido, para que así,
llegara hasta un mundo de existencia más elevada y obtuviera un conocimiento más
amplio (PP 36-37). Satanás usó el mandamiento en esta forma engañosa para
incitar al pecado; y una vez que logró su mal propósito utilizó el mismo
mandamiento como un medio de condenación. Satanás es, a no dudarlo, no sólo el
tentador del hombre sino también su acusador (Apoc. 12: 10; cf. Job 1: 9-11; 2:
4-5). De esa manera Eva comprobó, para su gran dolor, que lo que una vez deseó
como algo deleitoso sólo le produjo condenación y muerte.
Ningún ser del
universo cae en peor engaño que el pecador que se complace en un deseo prohibido
(ver Prov. 7: 21-23).
Por él.
Es decir, por el mandamiento.
Me mató.
Compárese con "yo morí" (vers. 9). El mandamiento,
aunque en sí mismo es santo y tiene el propósito de proporcionar vida, no sólo
se convirtió en ocasión de pecado sino también, como su consecuencia, en ocasión
de muerte. Y todo esto se produjo mediante el engaño. Lo deseado en realidad no
era bueno, pero la concupiscencia y la codicia inspiradas por el tentador
hicieron que pareciera que era así. Uno de los grandes propósitos de la gracia
transformadora de Dios es eliminar ese engaño destructor y hacer que el hombre
vuelva a ver las cosas en su verdadera realidad, y de ese modo regrese a la vida
y a la paz con Dios.
12. De manera que.
Este es el comienzo de una conclusión basada en lo tratado en los vers.
7-11, y una respuesta a la pregunta del vers. 7: "¿la ley es pecado?"
La
ley.
El artículo "la" se encuentra en el texto griego (ver com. cap. 2:
12). Pablo puede estar usando el término "la ley" como en el cap. 7: 9, para
referirse a todo el código, y el término "el mandamiento" para referirse a un
precepto específico de la ley.
Es santa.
La ley, lejos de ser
pecado (vers. 7) es santa, justa y buena (vers. 12). La ley de Dios, como
revelación del carácter de su Autor y expresión de su pensamiento y voluntad,
sólo puede ser verdadera, justa y santa.
El mandamiento santo.
Pablo ya ha afirmado la santidad de toda la ley. Ahora destaca más
específicamente la santidad, justicia y bondad del mandamiento: "No codiciarás".
El énfasis quizá se base en que este mandamiento ha sido descrito
particularmente en los vers. 7-11 como la ocasión especial para que aumente el
conocimiento y la acción del pecado.
El décimo mandamiento es santo,
pues es una expresión de la santa voluntad de Dios que prohibe todo deseo impuro
y pecaminoso. Su santidad de ninguna manera es disminuida por el hecho de que
revela el pecado (vers. 7), y de que ha sido usado por el pecado para incitar a
los pecadores a una transgresión todavía mayor (vers. 8-9), atrayendo sobre
ellos condenación y muerte. La falta no se halla en el mandamiento santo sino en
los hombres impíos, que en su debilidad y pecaminosidad son incapaces de vivir
de acuerdo con la suprema norma de pureza y santidad que la ley exige con
justicia.
Justo.
O "correcto". El mandamiento es justo y
correcto en sus exigencias, pues destaca la norma de un carácter justo; y a
pesar de las acusaciones de Satanás que afirman lo contrario, sólo pide la
obediencia que está al alcance de los seres humanos (ver com. Mat. 5: 48; HAp
423; DTG 15, 275). La vida de Jesús plena de obediencia confirmó la justicia de
las exigencias de la ley de Dios. Demostró que la ley podía ser obedecida, y
puso de manifiesto la excelencia de carácter que se adquiriría si fuera
guardada. Todo el que obedece como Jesús, también declara que la ley es "santa,
justa y buena". Pero todos los que violan los mandamientos de Dios están
apoyando la acusación de Satanás de que la ley es injusta y no puede ser
obedecida (ver Com. Rom. 3: 26; DTG 21).
Bueno.
Gr. agathós,
bueno en un sentido moral (cf com. vers. 16). El único propósito del mandamiento
es que el hombre disfrute de vida y bendiciones tanto ahora como durante toda la
eternidad (ver com. vers. 10). Si es obedecido, proporcionará justicia y
felicidad por doquiera.
13. Vino a ser
muerte.
En otras palabras, ¿la ley buena tiene la culpa de mi muerte?
Pablo responde repitiendo que la falta no está en la ley sino en él mismo y en
sus inclinaciones pecaminosas.
En ninguna manera.
Ver com. cap.
3: 4. Así como la ley no causa la muerte tampoco ocasiona el pecado.
Sino que el pecado.
El texto de la BJ puede ayudar a comprender
mejor este pasaje: "Sino que el pecado, para aparecer como tal, se sirvió de una
cosa buena, para procurarme la muerte, a fin de que el pecado ejerciese todo su
poder de pecado por medio del precepto".
Para mostrarse pecado.
O "para que fuese manifestado como pecado" (VM). Es decir, para que
fuese visto en su verdadera naturaleza de pecado.
Produjo en mí la
muerte.
O "produjo muerte para mí". La verdadera naturaleza del pecado
se pone de manifiesto cuando éste emplea lo que es bueno para producir el mal y
la muerte. Toma lo que es la revelación del carácter y de la voluntad de Dios
-cuyo propósito es servir como norma de santidad- y lo usa para aumentar el
pecado y la condenación de los hombres (vers. 8-11). El propósito de Dios al
permitir que el pecado produzca muerte por medio de la ley, es que el pecado, al
pervertir lo que es bueno, se descubra y manifieste en toda su pecaminosidad y
engaño (ver PP 22-23).
Sobremanera pecaminoso.
O "excesivamente
pecaminoso". La palabra griega que corresponde con "sobremanera" es huperbol' ,
de la cual deriva "hipérbole". Compárese con el uso que hace Pablo de este
vocablo en 1 Cor. 12: 31; 2 Cor. 1: 8; 4: 7, 17; 12: 7; Gál. 1: 13. El apóstol
ya ha explicado cómo la ley ha servido para revelar la enormidad del pecado.
En Rom. 7: 7-13 la ley de Dios es claramente vindicada de cualquier
acusación de que sea responsable por el pecado y la muerte que se han difundido
en toda la humanidad (cf. cap. 5: 14, 17). La culpa corresponde con toda
justicia al pecado. Y en la medida en que los hombres persisten en identificarse
con el pecado, comparten en su culpabilidad y condenación.
Estos
versículos también destacan la doctrina de Pablo de que la salvación no puede
provenir de la ley. La función importante de la ley es la de desenmascarar el
pecado y convencer al pecador de que sus caminos son errados, pero no puede
desarraigar un espíritu rebelde ni perdonar una transgresión. "La ley revela al
hombre sus pecados, pero no dispone ningún remedio" (CS 521).
Estos
versículos también sirven para aclarar la relación entre la ley y el Evangelio.
La función permanente de los mandamientos es revelar la norma de justicia,
convencer de pecado y mostrar la necesidad de un Salvador. Si no hubiera ley
para convencer de pecado, el Evangelio sería impotente, pues a menos que el
pecador esté convencido de su pecado, no sentirá la necesidad de arrepentirse y
de tener fe en Cristo. De modo que pretender que el Evangelio ha abolido la ley
no sólo es tergiversar el lugar y la importancia de la ley, sino también socavar
el propósito y la necesidad fundamentales del Evangelio y del plan de salvación
(ver com. cap. 3: 31).
14. Porque.
Pablo ahora confirma su vindicación de la ley y su exposición de la
verdadera naturaleza del pecado, mediante un análisis profundo de la forma en
que obra el pecado en la vida íntima del hombre. El significado de los vers.
14-25 ha sido uno de los problemas más debatidos de toda la epístola. 550 Las
preguntas básicas han girado en torno a dos aspectos: hasta qué punto la
descripción de una lucha moral tan intensa puede ser autobiográfica, y si así
fue, si dichos versículos se refieren a la vida de Pablo antes o después de su
conversión. Que Pablo está hablando de su propia lucha personal con el pecado,
resulta evidente por el significado obvio de sus palabras (cf. vers. 7-11; CC
15; 1JT 403). Pero también es igualmente cierto que está describiendo un
conflicto que en forma más o menos pronunciada es experimentado por toda alma
que se enfrenta a las demandas espirituales de la santa ley de Dios, y las
reconoce.
Más importante es la pregunta en cuanto al período de vida que
Pablo describe. Algunos comentadores sostienen que la descripción corresponde
con la vida de Pablo después de que se convirtió al cristianismo. Destacan el
uso de los verbos en tiempo presente y hacen notar las expresiones que revelan
odio al pecado (vers. 15, 19) y el ferviente deseo de hacer el bien (vers. 15,
19, 21). Argumentan que una persona inconversa no hubiera podido decir: " "Según
el hombre interior, me deleito en la ley de Dios" " (vers. 22) y "yo mismo con
la mente sirvo a la ley de Dios" (vers. 25). Otros comentadores creen que la
lucha debe haber tenido lugar antes de su conversión, argumentando que
expresiones como "yo soy carnal, vendido al pecado" (vers. 14), "el pecado que
mora en mí" (vers. 17), "el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo"
(vers. 18), "¡Miserable de mí! ¿quién me librará. . . ?" (vers. 24), no podrían
referirse a la condición de Pablo después de que renació. Sin embargo, destacan
que Pablo no está describiendo sus experiencias cuando "sin la ley vivía en un
tiempo" , sino cuando "venido el mandamiento, el pecado revivió y" él murió (ver
com. vers. 9). Por lo tanto, la experiencia que se describe no sería la de un
hombre que no ha sido regenerado en absoluto, sino la de un pecador movido por
una profunda convicción, que sufre bajo su carga de culpa y se esfuerza
fervientemente -pero luchando por sí mismo- para poner su vida de acuerdo con
los requerimientos divinos. Sus mejores esfuerzos terminan en un triste fracaso
hasta que encuentra a Cristo y experimenta el poder vivificador del Evangelio.
Tal es también la experiencia del que se convirtió una vez, pero fracasa en no
aprovechar las bendiciones del Evangelio y entonces lucha en busca de la pureza
de su vida mediante su propia fuerza, o del cristiano nominal que nunca se ha
entregado plenamente a Cristo.
El principal propósito de Pablo en este
pasaje parece ser mostrar la relación que existe entre la ley, el Evangelio y la
persona que, movida por su convicción, lucha afanosamente contra el pecado para
prepararse para la salvación. El mensaje de Pablo es: aunque la ley puede servir
para precipitar e intensificar la lucha, sólo el Evangelio de Jesucristo puede
proporcionar la victoria y el alivio (vers. 25. cap. 8). La intensidad de la
lucha y el momento de su comienzo varían en el caso de cada individuo que,
mediante la ley, llega a conocer el pecado. Es evidente que cada cristiano puede
reconocer por experiencia propia que prosigue una lucha intensa después de la
conversión y de haber renacido. La vida del apóstol Pablo era "un constante
conflicto consigo mismo. . . Su voluntad y sus deseos estaban en conflicto
diario con su deber y con la voluntad de Dios" (MC 358). La realidad del
conflicto de Pablo se revela con sus palabras: " "Golpeo mi cuerpo, y lo pongo
en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a
ser eliminado" " (1 Cor. 9: 27). Para cada cristiano convertido, renacido y
justificado, el proceso de la santificación implica, de la misma manera, duras y
serias batallas con el yo (PVGM 266-267; HAp 447-448). Mientras más nos
acerquemos a Cristo, más claramente discerniremos la extraordinaria
pecaminosidad del pecado y más fervientemente confesaremos la pecaminosidad de
nuestra propia naturaleza (ver com. Eze. 20: 43; 16: 62-63; PVGM 124-125).
Aunque con frecuencia es cierto que una intensa lucha moral continúa
después de la conversión, a medida que el cristiano diariamente renueva su
consagración (ver Luc. 9: 23-25; 2 Cor. 4: 16; 2JT 59; 3JT 93), no podemos estar
seguros de que el apóstol se refiera aquí a una lucha semejante. El propósito de
su tesis hasta este punto de la epístola ha sido mostrar la incapacidad del
hombre para alcanzar la justificación cuando depende de su propia fuerza, por
las obras de la ley. Ha demostrado que los que están bajo la ley están bajo el
yugo del pecado (ver com. Rom. 6: 14); que a pesar de sus mejores esfuerzos no
pueden cumplir con lo que exige la ley; que son desdichados y desvalidos hasta
que hallan a Cristo. Entonces cesa la condenación (cap. 8: 1). Lo que antes no
pudieron hacer, ahora lo alcanzan por medio del poder vivificador de Cristo
(cap. 8: 3-4). Ya no se preocupan por las cosas de la carne (cap. 8: 5), sino
que andan conforme al Espíritu (cap. 8: 1).
Sabemos.
Pablo da
por sentado que la espiritualidad de la ley es reconocida por sus lectores (cf.
cap. 2: 2; 3: 19).
La ley es espiritual.
Pablo está resumiendo y
repitiendo lo que ya ha dicho en el vers. 12. Destaca de nuevo que la ley no es
culpable de los pecados de los cuales él ha estado hablando. La ley es de origen
espiritual pues fue dada personalmente por Dios, y "Dios es Espíritu" (Juan 4:
24). La ley es de naturaleza espiritual porque es "santa, justa y buena" y
porque pide una obediencia que sólo está al alcance de los que son espirituales
y tienen los frutos del Espíritu (Mat. 22: 37-39; Juan 15: 2; Rom. 13: 8, 10;
Gál. 5: 22-23; Efe. 3: 9).
Yo soy.
El cambio del tiempo del
verbo del pasado (vers. 7-11) al presente (vers. 14-28) ha sido considerado por
algunos como una prueba de que Pablo se está refiriendo a lo que le sucedía
entonces. Otros ven en esto sólo un presente histórico o presente dramático,
para dar más énfasis, como ocurre en Mar. 14: 17; Luc. 8: 49. Ver arriba
comentario de "porque".
Carnal.
Es decir, hecho de carne y
sangre, lo que denota la naturaleza humana con su debilidad inherente (cf. 2
Cor. 3: 3). Esta es la forma en que Pablo expresa " "lo que es nacido de la
carne, carne es" (Juan 3: 6). El equivalente que él da de "lo que es nacido del
Espíritu, espíritu es" (Juan 3: 6) está en Rom. 8. En contraste con la
espiritualidad y santidad de la ley divina, Pablo descubre en él un ser de
carne, y por lo tanto proclive a toda la pecaminosidad y complacencia propia, a
la cual se inclinaba su naturaleza corrupta. Por eso, en su deseo de obedecer la
ley espiritual, se encuentra a sí mismo sumido en una lucha continua con sus
tendencias al pecado heredadas y cultivadas (cap. 7: 23). Insta a los creyentes
a que crucifiquen la carne, y declara que él mismo mantiene su cuerpo en
servidumbre (1 Cor. 9: 27; Gál. 5: 24). También los insta a vivir en forma
temperante (1 Cor. 10: 31) y a ofrecer sus cuerpos a Dios como un sacrificio
santo y vivo (Rom. 12: 1). Describe el cuerpo como el templo del Espíritu Santo
(1 Cor. 6: 19) y exhorta a los cristianos a que glorifiquen a Dios en el cuerpo
(vers. 20). Expresa que tanto la carne como el espíritu necesitan limpieza (2
Cor. 7: 1) y anticipa la redención y glorificación del cuerpo (Rom. 8: 23; 1
Cor. 15: 51-53).
Vendido al pecado.
Es decir, vendido para estar
bajo el poder del pecado. Compárese con "Acab, que se vendió para hacer lo malo"
(1 Rey. 21: 25; cf. 1 Rey 21: 20; Isa. 50: 1). El dominio del pecado sobre la
carne puede ser tan completo como el de un amo sobre un esclavo. En vista de las
afirmaciones anteriores de Pablo de que el cristiano convertido está libre ahora
de la servidumbre del pecado (Rom. 6: 18, 22), hay algunos que con sideran que
esta expresión es una prueba de que el apóstol está hablando de los días
anteriores a su conversión; es decir, del tiempo cuando estaba completamente
convencido, pero aún no se había entregado plenamente a Cristo (ver com. cap. 7:
9). Otros sostienen que Pablo puede estar usando un lenguaje tan enfático para
expresar la fuerza de esa depravación contra la cual estaba luchando después de
su conversión, que está tratando de demostrar que al obedecer los impulsos de su
naturaleza carnal estaba procediendo como quien era esclavo de otra voluntad.
Posteriormente añade que el pecado todavía vivía en su carne (vers. 17-18) y que
aunque había llegado a la condición de deleitarse en la ley de Dios, aún veía en
sus miembros un poder maligno en acción que lo llevaba a permanecer cautivo del
pecado (vers. 22-23).
Los hombres más santos son carnales en comparación
con la espiritualidad de la ley. Su discernimiento del carácter santo de los
mandamientos de Dios hacía que Pablo comprendiera más su propia imperfección. Y
cuando él se describe como "vendido al pecado" indica cuán profunda era su
convicción. Compárese con el caso de Job, quien aunque es presentado por el
Señor como perfecto y recto (Job 1: 1; 2: 3), más tarde confesó "Yo soy
vil",""me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza" (cap. 40: 4; 42: 6).
15. Porque.
Pablo ahora explica sus
experiencias durante el período cuando estuvo "vendido al pecado" " (vers. 14).
Lo que hago.
La flexión del verbo "hago", aparece tres veces en
este versículo, y es la traducción de tres diferentes verbos griegos. En el
primer caso Pablo emplea katergázomai , el mismo verbo que en el vers. 8
significa "producir", "llevar a cabo", "alcanzar". Ver posteriormente un estudio
de las otras palabras traducidas como "hago".
Entiendo.
Gr.
ginÇskÇ, "saber" , "llegar a saber", "percibir", "reconocer". Comparece con la
traducción: " "Mi proceder no lo comprendo" (BJ).
No hago.
Gr.
ou. . . prássÇ. PrássÇ significa "practicar". Este verbo aparece también en cap.
1: 32; 2: 1-3, 25; etc.
Quiero.
Gr. thelÇ, "desear", "anhelar".
Eso hago.
En este caso "hago" (poiéÇ ) implica más bien la
realización y terminación de un acto, como en el cap. 4: 21. Martín Lutero había
aprendido evidentemente el significado de esta experiencia cuando dijo: "Tengo
más miedo de mi propio corazón que del papa y de todos sus cardenales".
Los que afirman que Pablo está describiendo sus propias experiencias,
cuando se reconoció como pecador antes de entregarse a Jesucristo (ver com. cap.
7: 14), creen que el apóstol también hace destacar la impotencia de cualquier
cosa que no sea el evangelio para proporcionar el poder que capacita para
realizar obras de justicia. Comparece con el caso de Carlos Wesley (CS 296-298).
Todos los que procuren ganar la salvación sin una entrega completa a Jesucristo
quedarán completamente frustrados. Los que sostienen que Pablo está describiendo
la lucha continua con el yo y el pecado, aun después de la conversión, hacen
notar que aun después de la conversión los cristianos siguen reconociendo que
hay imperfecciones y pecados en su vida, y que tales defectos son motivo de
continua intranquilidad y preocupación. La fuerza de la pasión natural puede
vencerlos en sus momentos de descuido. Todavía los acosa el poder de los hábitos
por largo tiempo cultivados. Aún surgen en su mente, con la rapidez del
relámpago, malos pensamientos de complacencia propia. El que fue incrédulo antes
de su conversión, cuya mente estuvo llena de escepticismo, quizá descubra que
todavía perduran en su mente, perturbando su paz durante años, los efectos de
sus anteriores hábitos de pensamiento. Tales son los efectos de los hábitos. El
solo hecho de pasar un pensamiento impuro por la mente, deja contaminación tras
sí, y cuando el pecado ha sido acariciado por largo tiempo, deja una cicatriz
indeleble en el alma aún después de la conversión, lo cual produce ese estado de
tensión que conoce muy bien el cristiano.
Cuando el cristiano ve que
esos antiguos deseos y sentimientos -que él desaprueba y odia- intentan día tras
día recuperar su poder sobre él, lucha contra su influencia y anhela ser llenado
con todos los frutos del Espíritu de Dios; pero entonces descubre que ni por sí
mismo ni por la ayuda de la ley puede lograr su liberación de lo que odia, ni
puede tener éxito en alcanzar lo que aprueba y desea hacer. Cada noche es
testigo de su penitente confesión de su impotencia y de su anhelante deseo de
recibir ayuda de lo alto (ver 1JT 538).
16. Apruebo.
"Estoy de acuerdo" " (BJ). Gr. súmf'mi,
literalmente, "hablar juntamente con"; por lo tanto, "estar de acuerdo",
"concordar". Esa es la única vez que aparece esta palabra en el NT. El hecho de
que Pablo desapruebe sus acciones pecaminosas es en sí mismo una evidencia de
que considera que la ley de Dios es buena.
Buena.
Gr. kalós ,
"bello", "excelente". Esta expresión puede implicar la belleza moral y la
excelencia de ley, cuyas cualidades Pablo admite aquí. La palabra que en el
vers. 12 se traduce "bueno" es agathós , que significa bueno en un sentido
moral. Kalós se relaciona con aghatós como la apariencia corresponde a la
esencia
17. De manera que.
Gr. nuní
, que se pude entender en un sentido temporal con el significado de "en este
momento" o en un sentido lógico, "siendo este el caso". Lo segundo parece ser
más apropiado (cf. Rom. 7: 20; 1 Cor. 14: 6).
Ya no soy yo.
La
construcción griega es enfática. Pablo se refiere con este "yo" al "hombre
interior" (vers. 22), que se diferencia del otro "mí" en el cual mora el pecado,
que es definido en el vers. 18 como "mi carne" y en el vers. 23 como "mis
miembros" . Pablo no dice esto para negar la responsabilidad del hombre por sus
actos pecaminosos, sino para mostrar el gran poder del pecado interior que se
hace sentir contra los esfuerzos más decididos del apóstol, y que podría dominar
al cristiano que se descuida. Cuando Pablo habla de sus labores, dice: "No yo,
sino la gracia de Dios conmigo" (1 Cor. 15: 10). Con eso no quiere decir que no
hizo su parte, sino que la ejecutó bajo la influencia de la gracia de Dios.
Cuando dice: "Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí" " (Gál. 2: 20), también
quiere decir que dependía de Cristo como el origen y el sustento de su nueva y
mejor vida. Aquí no se excusa por las violaciones de la ley, sino que también
afirma que hizo tales cosas bajo una influencia que ya no dominaba más en su
mente.
18. No mora el bien.
Es
imposible que un hombre por si mismo resista el poder del mal. Un poder superior
debe posesionarse del alma antes de que sean subyugadas las malas pasiones.
Pablo experimentó la dolorosa frustración que embargan a todos los que procuran
lograr la justificación por su propia fortaleza.
Está en mí.
Literalmente "está cerca de mí", es decir, a la mano. "Lo tengo a mi
alcance" (BJ).
No el hacerlo.
El espíritu de Pablo estaba
dispuesto, pero su carne era débil.
19. No
hago.
Este versículo es, en esencia , una repetición del vers. 15, con
un énfasis mayor en la realidad y la fuerza de la lucha de la voluntad contra el
pecado (ver com. vers. 15) .
20. Y si hago.
Este versículo es básicamente una repetición de lo que a sido dicha en
los vers. 16 y 17 (ver comentario respecto).
21. Hallo esta ley.
Literalmente "encuentro, pues, la ley".
En el texto griego se encuentra el artículo definido (ver com. cap. 2: 12). Con
el término "ley" Pablo se refiere a la fuerza maligna que una vez operaba en él
creando problemas en su vida, como ya lo ha descrito en los vers. 18-19.
22. Según el hombre interior.
Ver
com. vers. 17.
Me deleito.
Gr. sun'domai, " regocijarse con".
Ese es la única vez que aparece esta palabra en el NT. Quizá sea un vocablo más
expresivo que "apruebo" del vers. 16 (cf. Sal. 1: 2; 119: 97).
La ley de
Dios.
Aquí se usa el artículo definido en el texto griego (ver com. cap.
2: 12). Pablo quizá se refiere a toda la voluntad de Dios revelada al hombre.
23. Otra.
Gr. héteros, "otra de
clase diferente". El objetivo héteros no solo expresa una diferencia sino con
frecuencia un contraste (ver com. Gál. 1: 6-7). Esta "ley" diferente se opone a
la ley que aprueba el hombre interior. "La ley del pecado" " (Rom. 7: 23, 25)
-la fuerza maligna del vers. 21 (ver allí el comentario)- se aprovecha de cada
impulso carnal.
En mis miembros.
Es decir, en los órganos y
facultades de mi cuerpo (cf. Rom. 3: 13-15; 7: 5; 1 Cor. 6: 15; 12: 12, 18, 20).
Se rebela contra.
Gr. antistratéuomai, palabra que sólo aparece
aquí en el NT. El verbo tiene que ver con una campaña militar. La ley en los
miembros está en lucha campal contra la ley de la mente (cf. Gál. 5: 17; 1 Ped.
2: 11).
La ley de mi mente.
"Mente" significa aquí la mente que
razona, el "hombre interior" " (vers. 22). Pablo acepta con la más noble de su
ser que la ley es buena (vers. 12, 16, 22). Y la ley de Dios, comprendida y
aprobada por la mente, se convierte en la ley de la mente. Por el otro lado,
Pablo ve otra ley que obra mediante los impulsos del cuerpo y los deseos de la
carne: la ley que está "en mis miembros", "la ley del pecado" " (ver com. vers.
21).
Me lleva cautivo.
O "me esclaviza" (BJ), "me encadena"
(NC). El verbo aijmalÇtizÇ aparece de nuevo en el NT sólo en Luc. 21: 24 y 2Cor.
10: 5. Pablo ha empleado expresiones muy vigorosas en este versículo para
describir la dureza del conflicto con el pecado. Se presente a sí mismo como
empeñado en una lucha de vida o muerte para escapar del poder seductor de sus
malas inclinaciones.
24. ¡Miserable!
Gr. taláipÇros que en la BJ se ha traducido "¡Pobre de mí!" En el NT
aparece por segunda vez en Apoc. 3: 17, en donde describe la condición de la
iglesia laodicense. La angustia resultante del conflicto interior -que a veces
es una lucha desesperada entre en el bien y el mal- hace que Pablo pronuncie
este evidente clamor de desesperación en busca de ayuda; pero conoce de dónde
viene la liberación para sus dificultades, y se apresura a reconocerlo (Rom. 7:
25).
¿Quién me librará?
O "¿quién me rescatará?" Esta pregunta
da a Pablo la oportunidad de expresar la buena nueva que es el tema de toda
epístola. ¿Puede hallarse liberación por medio de la ley? ¿Puede un hombre ganar
la libertad mediante la fuerza de su propio intelecto y voluntad? Estos métodos
se han empleado en vano, y se han visto claramente sus desastrosos resultados.
Hay sólo un camino: "Jesucristo Señor nuestro" (vers. 25).
Este cuerpo
de muerte
La construcción griega no permite saber si debe enterderse
como aparece en la RVR o "el cuerpo de esta muerte", aunque la última relación
parece más natural. Se ha debatido mucho el significado de este pasaje. Pero la
convicción general es, por lo menos, que no se puede comprobar que Pablo
estuviera aludiendo a una antigua costumbre de encadenar juntos a un prisionero
y a un cadáver, aunque esa horrenda práctica proporcionaría una vívida
ilustración de las circunstancias espirituales que Pablo está describiendo.
Pablo considera el cuerpo, la carne, como la sede del pecado, el lugar
donde mora la ley del pecado que actúa en los miembros para ocasionar la muerte
(vers. 5, 13, 23, 25). Con esto no quiere decir que el cuerpo físico sea malo
(ver com. vers. 5). Su clamor en busca de liberación se refiere a quedar libre
del yugo de la ley del pecado, de modo que su cuerpo no sirva más como morada
del pecado y de la muerte, sino que pueda ser ofrecido a Dios como un
"sacrificio vivo, santo y agradable" (Rom. 12: 1).
25. Gracias doy a Dios.
La evidencia textual (cf. p. 10) se
inclina por el texto "gracias a Dios". Pablo no da una respuesta directa a su
pregunta: "¿Quién me librará?" Tampoco dice por qué da gracias a Dios; pero sí
está claramente indicado por el contexto. Lo que ni la ley ni la conciencia
pueden hacer, ni la fuerza humana sin recibir ayuda puede hacer, puede
alcanzarse por el plan del Evangelio. Una liberación completa sólo es posible
por medio de Jesucristo, únicamente por medio de él. Compárese con " "gracias
sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo"
" (1 Cor. 15: 57).
Este es el punto culminante hacia el cual se ha
dirigido el razonamiento de Pablo en este capítulo. No es suficiente estar
convencido de la excelencia de la ley ni reconocer la sabiduría y justicia de
sus requerimientos, ni tampoco es suficiente asentir que son buenos sus
preceptos o aun deleitarse en ellos. Ninguna cantidad de intenso esfuerzo de
obediencia servirá para superar la ley del pecado en los miembros, a menos que
el pecador rebelde se entregue a Cristo por fe. Entonces la entrega a una
Persona ocupará el lugar de la obediencia legalista a una ley. Y como se trata
de una entrega a una Persona tiernamente amada, se la siente como una libertad
perfecta (ver CC 15; MC 93; DTG 431).
Yo mismo con la mente sirvo.
Algunos se han preguntado por qué Pablo, después de llegar a un glorioso
clímax en la expresión "Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro", se
refiere una vez más a las luchas del alma de las que evidentemente ya se había
liberado. Algunos entienden la expresión de agradecimiento como una exclamación
parentética. Creen que tal exclamación sigue en forma natural al clamor "¿Quién
me librará?" Sostienen que Pablo, antes de proseguir tratando extensamente la
gloriosa liberación (cap. 8), resume lo que ha dicho en los versículos
precedentes y confiesa una vez más su conflicto contra las fuerzas del pecado.
Otros sugieren que cuando Pablo dice "yo mismo", quiere decir "librado a
mis propias fuerzas, sin tomar en cuenta a Cristo". Creen que Pablo declara aquí
una verdad general que vale en cualquier momento de la vida cristiana. Por lo
tanto, consideran que dicha exclamación no es parentética sino un eslabón en una
secuencia lógica ordenada. Siempre que el hombre trata de hallar la victoria
sobre el pecado por sí mismo, sin tomar en cuenta el poder de Cristo, está
condenado al fracaso.
CBA T6
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