1. Porque.
Esta conjunción causal establece la
debida relación entre los cap. 9 y 10. Luego de mostrar la posibilidad de que él
fuera eliminado, el apóstol destaca el peligro de que otros también fueran
rechazados. Aunque los israelitas que salieron de Egipto fueron muy favorecidos
por Dios, no recibieron la recompensa de la entrada en la tierra prometida. Si
el pueblo -escogido aquellos para quienes Dios había hecho tantos milagros y
prodigios- fracasó, los corintios no debían envanecerse de orgullo espiritual,
cegados ante el peligro de correr la misma suerte,
Ignoréis.
Los
miembros de la iglesia de Corinto sin duda conocían bien, por lo menos
parcialmente, el relato de las vicisitudes de los antiguos israelitas durante su
éxodo, cuando salieron de Egipto; pero Pablo quería que recordaran esas cosas y
permitieran que el ejemplo de los israelitas influyera positivamente en su
conducta.
Padres.
La iglesia de Corinto estaba compuesta por
idólatras convertidos y cristianos de origen judío; por lo tanto, esta
referencia a los "padres" -que indudablemente se refiere a los israelitas de los
días de Moisés- demuestra que la iglesia cristiana es la continuación del pueblo
de Dios, y tiene derecho a ser descendiente del linaje de los verdaderos
adoradores, que se remonta a través de los siglos en la historia de Israel (ver
Rom. 2: 28-29; Gál. 3: 28-29).
Nube.
La presencia visible de
Dios con su pueblo mientras éste peregrinaba en el desierto de Egipto a Canaán.
Durante el día una nube iba delante de las huestes de Israel mientras avanzaban,
y por la noche se convertía en una columna de fuego (ver com. Exo. 13: 21).
Mar.
Una referencia al momento cuando los hijos de Israel
cruzaron el mar o Rojo por un camino milagrosamente preparado para ellos por el
Señor (Exo. 14: 21-22). Esta fue una prueba adicional de la protección y del
favor de Dios. Pablo recordó a los creyentes corintios todas esas intervenciones
especiales que el Señor había hecho a favor del antiguo Israel, y mostró que los
Hijos de Israel habían tenido tantas protecciones evidentes contra la apostasía
como aquéllas de las cuales se jactaba tanto la iglesia de Corinto.
2. En Moisés.
Fueron guiados por la
nube hasta la orilla del mar Rojo, y cuando Moisés ordenó que avanzaran, Dios
les abrió el camino y pasaron a salvo hasta la orilla. Debido a este episodio,
fueron entregados a Moisés como su guía (Exo. 14: 13-16, 21-22), reconocieron su
autoridad y se comprometieron a obedecer sus instrucciones. Moisés, como su
"conductor visible", dio al pueblo leyes y reglamentos de Dios. Por esta razón
podría decirse que una vez que fueron bautizados "en Moisés" se comprometieron a
obedecer a Dios y a servirle (ver PP 391). Durante su largo lapso de servidumbre
en Egipto, los israelitas habían perdido de vista en cierta medida al verdadero
Dios y a su culto; muchos no lo conocían, y el propósito evidente de Jehová era
liberarlos de la servidumbre para que pudieran servirle (ver Exo. 3: 13-15, 18;
5: 1; 6: 6-7; 7: 16: 8: 1, 20; 9: 1, 13; PP 263). Dios nombró a Moisés para que
sacara a su pueblo de Egipto y para que lo instruyera acerca de sus leyes y
planes para ellos (ver Exo. 3: 10; PP 252, 257-258). La evidencia de que Dios
aceptaba a Moisés como su representante fue comprobada por los israelitas cuando
cruzaron el mar Rojo.
Bautizados.
La experiencia de los hijos de
Israel era una figura del bautismo. Los israelitas estaban envueltos en agua
cuando cruzaron el mar Rojo, pues la nube los cubría y tenían el mar a ambos
lados; y en este sentido fueron bautizados. Este episodio puede ser considerado
como un símbolo de que habían sido limpiados de su condición pecaminosa pasada
durante las tinieblas de su servidumbre en Egipto, y como una manifestación de
lealtad a Dios mediante Moisés, su representante escogido.
3. Alimento espiritual.
"Espiritual" significa alimento que no les fue dado en forma natural.
Además, Pablo quizá también estaba pensando en el significado espiritual del
maná (Juan 6: 32-33, 35) en la misma forma en que identificó a la roca
espiritual con Cristo 736 (1 Cor. 10: 4). Todos los israelitas fueron
alimentados y nutridos en esa forma milagrosa en el desierto. Su alimento les
fue dado directamente por Dios. De esa manera a todos les fue dada una prueba
impresionante de que estaban protegidos y cuidados por Dios. En ese lugar árido
no había otro alimento para ellos; dependían absolutamente del pan que descendía
del cielo (ver Exo. 16: 3). El que se negaba a comer el maná perecía. Tampoco
hay otra fuente de alimento para el cristiano excepto la que proviene del cielo
y está personificada por el Salvador. El maná transitorio proporcionó sustento
material suficiente para las necesidades terrenales de los israelitas; pero su
efecto fue pasajero, y los que participaron de él finalmente murieron. Los que
participan de la Palabra de Dios -de Jesucristo- no perecerán, sino que vivirán
para siempre (ver Juan 6: 48-51, 53-54, 58, 63). Los hombres se esfuerzan en el
desierto de esta tierra por alimentar su mente con filosofías e invenciones
humanas, pero no hay esperanza de paz ni de felicidad fuera de Cristo (ver Mat.
11: 28-29; Juan 10: 10; 15: 6; 1 Cor. 1: 21, 25, 30). Así como el maná tenía que
ser recogido cada día en cantidad suficiente para las necesidades diarias, así
también los hombres deben tomar la adecuada ración diaria de alimento de la
Palabra de Dios para mantener una experiencia cristiana viva y pujante (ver Exo.
16: 16, 21; Job 23: 12; Mat. 6: 11).
4. Bebida espiritual.
La "bebida espiritual" , como el
"alimento espiritual" (vers. 3), recibió ese nombre debido a su origen
sobrenatural. Fue proporcionada por el Señor a los israelitas para hacer frente
a su urgente necesidad cuando estaban sin agua en el desierto (ver Exo. 17: 1,
6; Núm. 20: 2, 8). Dios no desechó a su pueblo desagradecido a pesar de sus
irrazonables quejas, sino que le dio lo que necesitaba por intermedio de Moisés,
su siervo escogido (ver PP 304, 436).
Roca espiritual.
Algunos
comentadores creen que Pablo se refiere aquí a la tradición rabínica de la roca
que seguía a los Hijos de Israel a través de sus peregrinaciones por el desierto
proporcionándoles agua. Pero esta explicación da tanta validez a esa tradición
como la que Jesús dio a la doctrina del estado consciente de los muertos con la
parábola del rico y Lázaro (ver com. Luc. 16: 19). La Tosefta (ver t. V, p. 101)
presenta esa tradición de esta manera: "Fue así también con el pozo que estuvo
con los Hijos de Israel en el desierto; él era como una roca llena de agujeros,
parecida a una zaranda de la cual se escurría el agua y salía como de la boca de
un frasco. Ascendía con ellos a la cima de las montañas y descendía con ellos a
los valles; doquiera que Israel se quedaba también se quedaba frente a la
entrada del tabernáculo" (Sukkah 3. 11). Cf. PP 436-446.
Era Cristo.
Aquí se simboliza al Salvador con la roca segura, de la cual los
pecadores que han tropezado pero se han arrepentido pueden depender para
vivificarse tomando la bebida que apagará su candente sed de la verdad divina
(ver Sal. 42: 1-2; 63: 1; Juan 7: 37). La gran verdad enseñada por este
versículo es que Jesús está siempre con su pueblo a través de toda esta vida
terrenal, y vigila constantemente para responder a sus necesidades cuando claman
a él. El mundo es un desierto árido y triste que no proporciona ni alimento ni
agua al alma hambrienta y sedienta de la verdad espiritual; pero el inmutable
Salvador está siempre dispuesto, y puede apoyar, sostener y fortalecer a su
desfalleciente pueblo si éste clama a él (ver Sal. 46: 1; 91: 15).
Históricamente Cristo fue el conductor de Israel no sólo durante sus
peregrinaciones por el desierto sino a través de toda su historia nacional.
Todas las relaciones de Dios con la humanidad caída han sido, en realidad,
mediante Cristo (ver PP 320, 381, 390, 418; DTG 35).
5. De los más.
Aunque Israel fue muy favorecido por Dios
con grandiosas manifestaciones del poder divino, de la gran muchedumbre que
salió de Egipto guiada por Moisés sólo unos pocos estuvieron dispuestos a
obedecer al Señor. El relato nos informa de las repetidas murmuraciones y
rebeliones aun después de que cruzaron el mar Rojo en forma tan milagrosa (Exo.
16: 2-3, 27-28; 17: 3; 32: 1, 6; Núm, 11: 1-2, 4, 10, 13; 14: 2, 26-30).
Repetidos actos de desobediencias atrajeron los juicios del Señor sobre ese
pueblo sumamente favorecido, hasta que al fin Dios decretó que perecieran en el
desierto (ver com. Núm. 14: 29). El había tenido él propósito de que todos los
que salieron rumbo a Canaán se establecieran en aquella tierra que fluía leche y
miel (ver Exo. 3: 8, 17; 13: 5). Había prometido claramente que todos guiaría,
protegería, instruiría y sustentaría sin embargo, se negaron a creer y obedecer,
737 y perdieron su heredad. Pero a sus Hijos se les dio la oportunidad de que
heredaran la tierra.
Postrados.
Gr. katastrÇnnumi , "esparcir" ,
"desparramar" , "humillar"." Este verbo sólo aparece aquí en el NT, pero se
encuentra en Núm. 14:16, LXX. Los israelitas incrédulos y desobedientes quedaron
"esparcidos" por el desierto durante sus peregrinaciones, porque se negaron a
confiar en el amor y la conducción de su Padre celestial, y también porque se
entregaron a la complacencia de los deseos y las pasiones carnales (ver Núm. 11:
5-6, 32-33; 16: 31-35, 49; 25: 1-5, 9).
El apóstol muestra aquí a los
creyentes corintios que sus bendiciones y privilegios no les conferían una
inmunidad incondicional frente a la tentación. Era necesario que siempre
estuvieran alerta para evitar el pecado. Los favores y las bendiciones que Dios
le dio a su pueblo no lo salvaron del merecido castigo por la desobediencia
voluntaria y por el rechazo de las claras instrucciones divinas.
6. Ejemplos.
Es decir, ejemplos que
no debemos imitar. Los castigos que les sobrevinieron a los israelitas con su
viaje de Egipto a Canaán, fueron ilustraciones de lo que seguramente le sucederá
al pueblo de Dios -que disfruta de tan abundantes bendiciones y favores en su
viaje hacia la Canaán celestial- si comete las mismas faltas y desobedece a Dios
como lo hicieron las huestes de Israel en el desierto. Los cristianos que
desobedecen al Señor serán castigados tan ciertamente como lo fueron los
israelitas por sus actos de rebeldía. Un mayor conocimiento de Dios que el que
poseen otros, no autoriza a dejar de lado cualquiera de los mandamientos
divinos; por el contrario, tal conocimiento significa una responsabilidad mayor
de responder estrictamente a todas las enseñanzas de Dios. La desobediencia en
semejantes circunstancias es mucho más grave que en el caso de los que no tienen
tanta luz (ver Luc. 12: 47-48; Sant. 4: 17).
Codiciemos.
Literalmente "para no ser nosotros codiciadores de cosas malas" ; "para
que no fuéramos codiciadores de lo malo" (BC). Los israelitas eran habitualmente
dominados por el deseo desordenado. No eran guiados serenamente por la razón,
sino por los impulsos de pasiones y apetitos pervertidos (ver Exo. 16: 3; Núm.
11: 4-5). Hay peligro de que el pueblo de Dios repita el error de Israel en este
respecto. Esto es evidente por las amonestaciones que se encuentran los pasajes
como Mal. 24: 37-39; Luc. 17: 26-30.
Codiciaron.
Gr. epithuméÇ ,
"desear ardientemente", "tener un deseo desordenado", desear algo más allá del
límite de lo que es legítimo.
7. Ni seáis.
Este imperativo podría traducirse: "no sigáis siendo idólatras", lo que
sugiere que algunos de la iglesia de Corinto todavía practicaban la idolatría,
como lo habían hecho sus antepasados israelitas.
Idólatras.
Se
refiere principalmente a la adoración del becerro de oro mientras Moisés estaba
en el monte con Dios (ver Exo. 32: 1-5). La amonestación era particularmente
adecuada para los corintios, algunos de los cuales indudablemente se sentían en
libertad de asistir a festines en los templos de los ídolos (ver com. 1 Cor. 8:
10; cf. cap. 10: 20-21).
A comer y a beber.
Ver com. Exo. 32: 6.
Jugar.
"A divertirse" (BJ). Es una cita de Exo. 32: 6. Los
israelitas, ahora al pie del Sinaí, no habían olvidado las cosas que habían
visto y practicado en Egipto, en donde la idolatría era la religión del Estado.
Conocían muy bien los actos sensuales y pasionales característicos del culto a
los dioses falsos, y sin duda los imitaron en su adoración del becerro de oro.
La glotonería y la embriaguez nublaron su mente, de modo que no pudieron seguir
discerniendo entre el bien y el mal, y fueron esclavizados por las pasiones
carnales, exponiéndose así a las sutiles tentaciones del enemigo.
8. Ni forniquemos.
Esta orden
podría traducirse: " cesemos de cometer fornicación". En ese tiempo había un
caso notable de fornicación en Corinto (cap. 5). Se hace aquí referencia al
vergonzoso episodio de los israelitas en Sitim, donde Satanás se valió de las
mujeres moabitas para seducir a muchos hombres del campamento de Israel y para
lograr que muchos de ellos participaran en el culto idólatra de los moabitas
(Núm. 25: 1-5). Dios había dado instrucciones enfáticas a los israelitas de que
no se relacionaran con los pueblos paganos que los circundaban. Los había
amonestado contra el peligro de dejarse apartar de él, para rendir culto a los
dioses falsos (ver Deut. 7: 1-5).
Veintitrés mil.
Ver com. Núm.
25: 9.
9. Tentemos.
Gr. ekpeirázÇ,
"tentar hasta el límite" , "tentar completamente",""poner a prueba hasta lo
sumo" . EkpeirázÇ, sólo reaparece en el NT en Mat. 4: 7; Luc. 4: 12; 10: 25, 738
y siempre se refiere a las tentaciones o pruebas de Cristo. La orden podría
traducirse: "cesemos de tentar". Pablo alude al episodio registrado en Núm. 21:
4-6, cuando el pueblo, que se había cansado y desanimado por el largo viaje a
través del desierto, reprochó a Moisés por haberlo sacado de Egipto, y se quejó
contra el maná. Su queja y disgusto por el alimento que Dios les daba, hizo
sobrevenir la plaga de "serpientes ardientes" que mataron a muchos de ellos
(Núm. 21: 6).
Señor.
Cristo estuvo con los israelitas en el
desierto, y su paciencia fue puesta a prueba hasta lo sumo con sus rebeliones y
murmuraciones. Cristo está siempre presente con su pueblo mediante su Espíritu
para enseñarlo, protegerlo, guiarlo y liberarlo (ver Mat. 28: 20; Juan 14:
16-18; 16: 13). Que se cuiden los creyentes de la necedad de poner a prueba la
paciencia del Salvador insistiendo en sus antiguos apetitos, costumbres y
deseos, en vez de abandonar gozosamente todo lo que tenga que ver con la vida
antigua, depravada, para poder recibir, en cambio, todo lo que el Señor en su
amor les concede.
10. Ni murmuréis.
O " "ni continuéis muro murmurando" . En el AT se presentan dos casos de
murmuración castigados con la muerte: uno, en relación con los diez espías (Núm.
13; 14); el otro, cuando la rebelión de Coré, Datán y Abiram (Núm. 16).
11. Ejemplo.
Esto no significa que
los israelitas pasaron por sus muchas y variadas vicisitudes con el sólo fin de
proporcionar ejemplos a los cristianos, sino que sus tristes experiencias sirven
simplemente como un ejemplo adecuado para impresionar a la iglesia con la
importancia de evitar las faltas que ellos cometieron.
Para amonestarnos
a nosotros.
Para amonestar a todos los cristianos de todos los siglos
que no confíen en su propia fortaleza o sabiduría. La necedad de los israelitas
al desobedecer a Dios los hizo morir en el desierto y, posteriormente en su
historia, hizo que fueran llevados cautivos a Babilonia (ver Jer. 17: 23, 27;
25: 4-11). La amonestación que se hace a los cristianos de que aprendan la
lección del episodio de los israelitas en el desierto, es particularmente
apropiada debido a la proximidad de la segunda venida de Cristo. Muchos de los
israelitas perecieron cuando ya casi habían terminado su viaje a Canaán (ver
Núm. 25: 9). Eran el pueblo a quien Dios había favorecido especialmente dándole
a conocer su ley y a sí mismo, conocimiento muy superior al que pudiera poseer
otro pueblo en el mundo; sin embargo, no permanecieron fieles a Dios. Los
cristianos, a quienes ha sido confiado el Evangelio de Jesucristo y el
conocimiento profético de su pronta venida, debieran tener cuidado de no
permitir que los engaños de la pecaminosa naturaleza humana interfieran de tal
modo que no lleguen a entrar en la Canaán celestial (ver Rom. 11: 20; 1 Cor. 10:
12; Heb. 3: 12-14).
Fines de los siglos.
Gr. tél' tÇn aíÇnÇn ,
"fines de las eras, [o de los siglos]"," es decir, la expiración de los grandes
períodos pasados del trato de Dios con el hombre. "Plenitud de los tiempos"
(BJ); "postrimerías de los siglos" (BC). En Heb. 9: 26 se presenta el primer
advenimiento de Cristo como si hubiera ocurrido "en la consumación de los
siglos" (Gr. "epísunteleia tÇn aiÇnÇn , que corresponde literalmente con la RVR;
"plenitud de los tiempos" (BJ). El mensaje del apóstol Pablo tenía gran
importancia en sus días, como se ve por el uso del pronombre "nosotros". Ese
mensaje es aún más importante hoy, pues los que vivimos ahora tenemos la ventaja
del registro acumulado de las épocas precedentes de la historia sagrada, y
estamos viviendo en el tiempo cuando el propósito de Dios debe llegar a su
clímax con la segunda venida de Jesús.
12. Así que.
Comienza ahora la deducción que se debe sacar
de las admoniciones presentadas en los vers. 6-11, en donde se destaca la
necesidad que tienen los cristianos de prestar especial atención a la historia
de las peregrinaciones de los hijos de Israel a través del desierto hasta entrar
en Canaán. Por el relato de los trágicos resultados de la autoconfianza de
Israel, los corintios debieran aprender a no depender de su propia fuerza, ya
sea mental o física.
Firme.
Aunque el axioma que aquí se
presenta puede tener una aplicación general, la primera sería para los creyentes
de Corinto, que consideraban que estaban firmes en cuanto al uso de alimentos
ofrecidos a los ídolos y en la participación en festividades idólatras (cap. 8:
2, 4, 7, 9). Pensaban que no tenían por qué temer la influencia de su relación
con la idolatría; pero esta confianza propia podría ser la precursora de una
fatal caída (cf. Prov 16: 18).
Caiga.
La confianza propia es
peligrosa. 739 Este peligro queda ilustrado por la experiencia de Pedro, quien
pensaba que nada lo podía apartar de su lealtad a Cristo (Mar. 14: 31, 50,
67-68, 70-72). Todos deben prestar atención a la advertencia y estar en guardia
continuamente, para que no sean engañados por la insinuación de que han
alcanzado un estado tal de fortaleza espiritual que nada puede inducirlos a
pecar. La verdadera seguridad radica únicamente en el reconocimiento de que uno,
apartado de Cristo, es absolutamente impotente, y que necesita siempre la
presencia íntima del Espíritu Santo, para ser liberado del pecado (Juan 14: 26;
15: 4-7; 16: 7-11, 13; 2 Cor. 12: 9-10). La admonición contenida en la flexión
verbal "mire", debe ser repetida con frecuencia, pues el hombre se convence
fácilmente de que puede valerse por sí mismo. El orgullo espiritual es un gran
engaño, al cual es fácil que el tentador lleve al creyente que confía en sí
mismo, haciéndolo caer en algún pecado funesto (cf. 2 Sam. 11: 1-4; Rom. 11:
20). La exhortación a estar constantemente alerta contra el peligro del orgullo
espiritual, es particularmente apropiada para los que viven en este período de
la historia del mundo, cuando los hombres se están enfrentando diariamente a
múltiples tentaciones a caer en la complacencia de los apetitos carnales (Luc.
21: 34-36).
13. Humana.
Es decir,
tentación normal para los seres humanos, que pueden sobrellevar. Los corintios
no debían pensar que las condiciones bajo las cuales se esperaba que vivieran
vidas rectas fueran excepcionales, y que tenían que enfrentar dificultades
peculiares. Sus pruebas y tentaciones no eran diferentes a las experimentadas
por sus semejantes. Esta afirmación parece haberse añadido como un estímulo a la
admonición del versículo anterior. Los corintios estaban en peligro de caer, y
por lo tanto debían velar; pero podían ser reanimados porque la tentación no
superaría sus fuerzas para soportarla con éxito.
Fiel.
Dios es
fiel a sus promesas y a la invitación que ha extendido a los seres humanos para
que le sirvan. Si hubiera permitido que a su pueblo le sobrevinieran tentaciones
mayores que sus fuerzas para superarlas, entonces habría parecido que sus
promesas no eran dignas de confianza (ver Sal. 34: 19; 1 Cor. 1: 9; 2 Ped. 2:
9). La fidelidad de Dios es la base de la seguridad del cristiano contra el
enemigo. Es completamente inseguro depender del yo, pero el creyente estará a
salvo si depende enteramente de las promesas de nuestro Dios, que es fiel a su
pacto. Pero debe recordar que Dios no lo librará si deliberadamente entra en el
terreno del enemigo, donde es seguro que se encontrará con la tentación (ver
Mat. 7: 13-14, 24-25; 1 Cor. 9: 25, 27; 10: 14; Gál. 5: 24; 2 Tim. 2: 22; PE
124-125; DMJ 100).
No os dejará.
Para el cristiano debe ser
motivo de gran ánimo que Dios, en quien él confía, no permitirá que el enemigo
tiente a sus hijos más de lo que sus fuerzas puedan soportar. Dios no desea que
sufran los seres humanos, ni tampoco los tienta (ver Sant. 1: 13). Las
situaciones que afligen a los hombres son a veces el fruto de su desobediencia
(ver Gén. 1: 27, 31; 3: 15-19; Ecl. 7: 29; Rom. 6: 23). Dios, en estas
circunstancias, usa estas vicisitudes para desarrollar el carácter humano de
acuerdo con la voluntad divina (ver 1 Ped. 4: 12-13; MC 373-374, 379-380). Por
lo tanto, cuando los hombres son tentados deben recordar que la tentación se
presenta porque Dios la permite, no porque la envía; y si se le hace frente
correctamente, con la fuerza que Dios proporciona, puede ser el medio de
acelerar el crecimiento del cristiano en la gracia. El hombre sabe que Dios le
ha dado la seguridad de que las tentaciones nunca serán superiores a su
fortaleza, por lo tanto es completamente responsable si cae en el pecado.
La salida.
El artículo "la" indica que para cada tentación Dios
proveerá el medio de escape. Esta "salida" no es un camino para evitar la
tentación, sino una vía de escape de la tragedia de caer en el pecado, de ser
vencido por la tentación. Dios permite que venga la prueba o la tentación, pero
también prepara al mismo tiempo los medios por los cuales podamos ganar la
victoria y evitar el pecado. Jesús, el ejemplo de vida correcta del cristiano,
encontraba esa "salida" en la Palabra de Dios (Luc. 4: 4, 8, 12). Nosotros,
seguidores de Cristo, podemos también encontrar la "salida" en Jesús, la Palabra
viviente (ver Juan 1: 1-3, 14). El siempre está listo y dispuesto a liberar a
los que lo buscan, y los guardará para que no caigan en el pecado (Sal. 9: 9;
27: 5; 41: 1; 91: 15; 2 Ped. 2: 9; Apoc. 3: 10).
14. Por tanto.
Considerando los peligros a los cuales
estarían expuestos los corintios al participar en los festines de los idólatras,
y en vista de las medidas dispuestas para que cada 740 fiel seguidor del señor
logre la victoria sobre todos los esfuerzos de Satanás para hacerlo pecar, se da
el consejo de evitar completamente todo contacto con la idolatría.
Huid.
O huid siempre. La orden sugiere urgencia, rapidez, inmediata y continua
atención de apartarse todo lo posible de todo contacto con la idolatría. No debe
haber ninguna transigencia con cualquier práctica relacionada con los ídolos.
Idolatría.
El consejo de Pablo a los corintios que discutían
hasta dónde les era permitido al seguidor de Cristo tener relación con los
templos de los ídolos, sus diversiones y sus alimentos, es también una buena
recomendación para los cristianos de todos los tiempos. La idolatría puede
presentarse bajo muchas formas, incluso la codicia de ganancias, el deseo de
dominar a nuestros semejantes, la complacencia de los diversos apetitos carnales
y la desmedida locura de buscar placeres (ver HAp 255). Los peligros implicados
en relacionarse con los que no aman ni obedecen a Dios son tan grandes, que el
Señor exhorta a su pueblo a que se separe del estrecho contacto con ellos (ver 2
Cor. 6: 14-17; cf. Apoc. 18: 1-4). Nadie es suficientemente fuerte para
exponerse deliberadamente y sin necesidad a un contacto con la "idolatría" en
cualquiera de sus formas, y no contaminarse.
15. Sensatos.
Gr. frónimos, "inteligente", "prudente",
"razonable", es decir, los que son capaces de entender lo que se dice y llegar a
conclusiones correctas. Pablo recurrió a la perspicacia de los creyentes
corintios y a su buen juicio, que los hacía capaces de juzgar por si mismos en
cuanto a la corrección de lo que él estaba por decir. El apóstol demostró al
presentar esta exhortación, que él mismo estaba plenamente convencido de la
verdad de su parecer. Las razones que estaba por presentar en cuanto a su
posición en el asunto de participar en las diversiones de los idólatras eran
tales, que merecían la aprobación de los sensatos. Esas razones ocupan el resto
del CAPÍTULO. Todas las órdenes y los consejos de Dios son de tal naturaleza que
hallan eco en los sensatos. El Señor nos invita a que razonemos con él, pues
sabe muy bien que su posición es siempre correcta.
Juzgad vosotros.
En este consejo puede haber un matiz de sarcasmo; es una manera amable
de recordar a los corintios sus pretensiones de que poseían conocimiento (cap.
1: 5; 8: 1-2, 10). Se exhorta a cada miembro a que use su intelecto para
examinar cuidadosamente toda la enseñanza dada por el señor mediante su siervo
Pablo, y se dé cuenta si es o no perfectamente razonable y justa.
16. Copa de bendición.
Es decir, la
copa sobre la cual se pronuncia la bendición durante la celebración de la Cena
del Señor. Cuando Jesús instituyó este rito durante la última cena pascual que
comió con sus discípulos inmediatamente antes de ser arrestado, "tomando la
copa, y habiendo dado gracias" la pasó a los discípulos, y les ordenó que
participaran de ella (ver. Mat. 26: 27; 1 Cor. 11: 25; DTG. 123, 609). Pablo
continúa hablando del peligro de comer cosas ofrecidas a los ídolos. Su
argumento se basa en el hecho de que cuando los creyentes participan en el
servicio de la comunión, participan del cuerpo y de la sangre de Cristo, y así
se convierten en un cuerpo con Cristo (Mat. 26: 26-28; Juan 6: 51, 53-56; 1 Cor.
11: 23-26; DTG 615-616). Después de demostrar de esta manera la unidad de ellos
con Cristo, ¿no sería inconsecuente que participaran de los festines de los
ídolos entrando en comunión con los espíritus satánicos a quienes se presentaban
las ofrendas? (1 Cor. 10: 21).
Que bendecimos.
Cristo dio
"gracias" " (Mat. 26: 27) por la copa, acto cuyo paralelo es nuestra oración de
gratitud por la sangre derramada de Jesús, oración que ofrecemos antes de
participar del vino en el servicio de la comunión. Cuando los cristianos beben
de ésta copa dan gracias a Dios en su corazón por todas las bendiciones que él
ha proporcionado por medio de la sangre de Jesús. Silenciosamente lo alaban por
rescatarlos de la esclavitud del pecado y por haberles dado la libertad gloriosa
de hijos e hijas de Dios.
Comunión.
Gr. koinÇnía,
"compañerismo", "participación".
De la sangre.
La sangre
representa la muerte del Hijo de Dios, y por la fe los creyentes participan de
esa muerte. Así también los que participan en un sacrificio pagano se convierten
en copartícipes de ese sacrificio. La razón por la cual Pablo menciona la copa
antes del pan -el orden inverso de Mat. 26: 26-27 y 1 Cor. 11: 23-25-, es porque
Pablo quizá deseaba colocar el tema de la participación del pan al lado del tema
de las carnes sacrificadas a los ídolos. Aquí no se trata el significado de la
Cena del Señor, ni se está presentando el orden regular en que los emblemas
deben ser servidos.
Pan.
El pan es partido en el servicio de la
comunión antes de que sea dado a los participantes, porque el cuerpo del
Salvador fue quebrantado en favor de todo el mundo; pero sólo los que confiesan
sus pecados y buscan el perdón se benefician con el sacrificio ofrecido por
Cristo (ver Mat. 26: 26; 1 Cor. 11: 23-24, 26, 29; 1 Juan 1: 9; 2: 1-2).
17. Siendo.
Gr. hóti, que aquí
significa "siendo que", "debido a", "porque". Con esta conjunción comienza una
nueva sentencia, que podría traducirse: "Porque es un sólo pan, los muchos somos
un cuerpo".
Uno solo el pan.
Una alusión al hecho de que el pan
de la comunión es quebrado en muchos pedazos que son comidos por los creyentes;
y así como todas las partes son de un mismo pan, así también todos los creyentes
que participan del servicio de la comunión se unen a Aquel cuyo cuerpo
quebrantado se simboliza con el pan quebrado. Cuando los cristianos participan
juntos de este rito, muestran públicamente que están unidos y pertenecen a una
gran familia cuya cabeza es Cristo.
El pan material es uno de los
principales alimentos de la humanidad, así también Cristo es el alimento
espiritual del cual todos deben participar para mantener la salud espiritual
(ver Juan 6: 50-51, 56-57). Hay muchas clases de pan, hechas de diferentes de
cereales como trigo, cebada, centeno, maíz; pero hay un solo pan espiritual para
el sustento espiritual. No hay muchos diferentes señores y salvadores, sino solo
Uno, y el hombre no puede hallar su camino a la vida eterna por otros medios,
sino participando del pan que descendió del cielo en la persona de Jesucristo
(ver Mat. 24: 5, 24; Juan 6: 33, 53-54; Hech. 4: 12; 1 Tim. 2: 5-6).
18. Mirad a Israel.
Se recurre al
registro de las prácticas del pueblo a quien Dios había favorecido con
instrucciones directas acerca del método que había de seguirse al adorar al
Señor.
Según la carne.
O los que eran descendientes naturales de
Abrahán. Aunque fracasaron al no reconocer a Jesús como el Mesías, y en algunas
cosas básicas se apartaron del consejo de Dios, permanece el hecho de que la
enumeración de las leyes y disposiciones relativas al servicio del templo -dadas
por el Señor a los Judíos mediante Moisés mientras estaban acampados en el
Sinaí-, es una declaración fidedigna de la forma de culto que Dios exigía de
ellos. Ese registro contiene muchos principios de verdad, relativos a cristianos
y también a judíos, y uno de los más importantes que Dios desea ver entre su
pueblo es el de la unidad.
Partícipes.
Sacerdotes y laicos se
convertían en uno en su culto unido ante el altar; esa unidad era su medio
visible de comunión con Dios, y era allí donde estaban todos en el mismo nivel
delante de Dios y compartían la comunión de la familia divina. Esta unión en los
sacrificios ceremoniales del altar los identificaba como miembros del pueblo de
Israel, adoradores de Jehová, el único Dios verdadero.
19. ¿Qué digo, pues?
Es decir, ¿cuál es el significado de
los que os he estado diciendo? ¿justifica mi razonamiento la creencia de que un
ídolo tiene verdadera existencia? La respuesta es negativa. Pablo no deseaba que
se entendiera que un ídolo tenía alguna importancia, o que el alimento que se le
ofrecía era diferente de cualquier otro sólo porque había sido usado en esa
forma.
Destacar la verdad de que los ídolos no tienen importancia en
este mundo llevaría naturalmente a la conclusión de que las cosas ofrecidas a
los ídolos son nada, deducción que es cierta. Pero Pablo advirtió en cuanto a la
verdadera naturaleza de la idolatría (vers. 20) para que los creyentes no
llegaran a la conclusión de que en determinado caso si podían participar con los
idólatras en sus festines paganos sin comprometer los principios cristianos.
20. Antes digo.
¿Cuál, pues, es la
verdadera importancia de todo lo que ha sido dicho en cuanto al peligro de tener
cualquier tipo de contacto con los ídolos y su culto? Pablo rechaza la idea de
que por no ser nada los ídolos ni los sacrificios ofrecidos a ellos, desaparece
la objeción de participar en los festejos en los templos de los idólatras.
Demonios.
Gr. dáimÇn, "demonio" . En Sal. 96: 5, LXX, esta
palabra se usa para traducir el vocablo Heb. ´elilim , que significa "nada","
("dioses", RVR); y en Deut. 32: 17, LXX, traduce el Heb. shedim , "malos
espíritus" , "demonios" . Siempre se usa en el NT para referirse a los malos
espíritus (Mat. 7: 22, Mar. 1: 34, 39; 1 Tim. 4: 1; etc.; cf. Efe. 6: 12). Ver
com. Mar. 1: 23; Nota adicional de Mar. 1.
Partícipes con los demonios.
Conociendo la verdadera naturaleza del culto a los ídolos, que es
comunión con Satanás y sus ángeles malignos, Pablo amonesta con urgencia a los
corintios a que eviten la idolatría. Los cristianos están solemnemente
consagrados a Cristo; le pertenecen por creación y por redención, y por esto no
pueden aprobar en lo más mínimo un culto que honre a otro que no sea el único
Dios verdadero (ver Exo. 20: 3-5; Mat. 4: 9-10). Es también incorrecto que los
cristianos dediquen su tiempo o afecto a algo o a alguien antes que a Dios y a
su servicio. El Altísimo debe ser siempre primero y su servicio debe ocupar en
todo momento el primer lugar (ver Mat. 22: 37).
21. No podéis.
Lo que los creyentes no pueden hacer debido
a su conocimiento de la naturaleza real de la idolatría, no es un impedimento de
orden físico sino moral. Los que están consagrados al verdadero Dios, ¿cómo
podrían participar de libaciones ofrecidas a Satanás y a sus ángeles?
Copa del Señor.
Una referencia al vino de la comunión (Mat. 26:
27-28). Esta copa pertenece al Señor, ha sido consagrada a él y es la comunión
de su sangre; por lo tanto, pone en comunión con él a todos los que de ella
participan.
Copa de los demonios.
Un símbolo de todos los
festines en honor de los dioses paganos. Satanás y sus seguidores siempre se
oponen al gobierno de Dios, que es bueno y sabio, para derribarlo y establecer
el dominio del pecado y de la rebelión. Nunca podrá haber comunión o vinculación
entre estos dos estilos de vida. No puede haber convivencia entre Dios y
Satanás, la verdad y el error, la rectitud y el pecado. A cada uno se le pide
que elija a quién de los dos servirá. Es imposible tener comunión con Dios y con
Satanás al mismo tiempo; hay que renunciar a uno o al otro (ver Gén. 35: 2-4;
Jos. 24: 14-16; 1 Rey. 18: 21; Mat. 6: 24).
22. Provocaremos.
Los cristianos, que poseen toda la luz
del Evangelio, cuyos ojos están abiertos a la verdad concerniente a la
naturaleza del culto a los ídolos, ¿correrán el riesgo de despertar la ira del
Señor participando en los festines de los idólatras? ¿Permitirán que sus
apetitos y pasiones sensuales nublen su razón hasta el punto de desafiar a su
Señor, complaciéndose en festividades de idólatras? La advertencia que hay en el
seguido mandamiento es suficiente para indicar la actitud de Dios hacia la
idolatría, pues demuestra que considera dicho culto como un insulto directo
contra él (ver Exo. 20: 5). Nuestro Dios es un Dios celoso que no comparte el
homenaje y la obediencia de los suyos con ningún otro poder (ver Exo. 20: 4-5;
34: 12-16; Jos. 24: 19; Mat. 6: 24). Unirse en el culto de los ídolos
participando en sus festines sería tener parte en lo que Dios siempre ha
considerado con aborrecimiento especial y que, más que ninguna otra cosa, es un
motivo de provocarlo a ira (ver Lev. 19: 4; 26: 30; Deut. 18: 10-12; 1 Cor. 6:
9; Efe. 5: 5; Apoc. 21: 8; 22: 15).
Cualquier práctica nuestra que tenga
el efecto de apartar nuestra devoción de Dios para concentrarla en otros seres o
cosas, es un pecado similar al de los corintios cuando participaban de las
fiestas y orgías de los ídolos. Cualquier inclinación exagerada a amigos,
propiedades, fama, popularidad o éxito material, que induzca a una persona a
dedicarles tiempo y atención hasta el punto de descuidar el culto de Dios, es de
naturaleza idólatra y sólo merece el reproche y la ira de Dios (ver Mat. 10:
37-39; Luc. 14: 26).
Celos.
Dios ilustra su amor por la
humanidad por medio de la figura del matrimonio (ver, Jer. 6: 2; 2 Cor. 1: 2).
Los profetas describen como adulterio el apartarse de Dios para adorar ídolos
(ver Ose. 4: 12-15; 8: 14; 9: 1, 15, 17). Dios, como el esposo de su iglesia,
anhela que su esposa sea exclusivamente de él, y es muy celoso de todo lo que le
quita el afecto de ella. Ningún cristiano que ama verdaderamente al Señor jamás
permitirá que alguien, o cosa alguna, despierte los celos de Dios. Por lo tanto,
ningún seguidor de Cristo jamás debe relacionarse con algo que sea de naturaleza
idólatra.
Más fuertes.
La construcción de la pregunta en griego
pide una respuesta negativa. Nadie puede tener éxito en una lucha con Dios; por
eso es completa necedad ocuparse en cualquier forma de actividad contraria a las
órdenes divinas y esperar escapar del castigo divino. Este principio debe ser
tornado en consideración por los que aman el pecado y continúan entregados a él,
y al mismo tiempo dan la impresión de que aman y sirven a Dios. Sin embargo,
este hecho de la certidumbre del castigo no debe ser el principal motivo de
nuestro servicio, sino más bien nuestro reconocimiento del amor maravillas so de
Dios y de su fidelidad (ver Rom. 8: 35; 1 Cor. 10: 13).
23. Me es lícito.
Ver com. cap. 6: 12.
Conviene.
Gr. sumférÇ , "unir", "juntar"; en forma impersonal, como aquí,
"convenir", "ser útil". Aunque el cristiano tiene derecho a hacer legalmente
cualquier cosa que no vaya en contra de la voluntad de Dios, hay veces cuando no
es conveniente hacer ciertas cosas, ni serviría para atraer o unir en la
creencia de la verdad a otros que pudieran estar observando el comportamiento
del cristiano. El creyente debe meditar en cómo comportarse de modo que ayude a
otros en sus esfuerzos para vivir correctamente. Si su comportamiento "lícito"
coloca una piedra de tropiezo en el camino de otro, entonces debe abstenerse de
una práctica que confunda a su hermano (ver Mat. 18: 7-10; Rom. 14: 13, 15; 1
Cor. 8: 9; 1 Juan 2: 10). El cristiano debe dirigir su conducta a favor del
bienestar de otros y no de su propia conveniencia, si es que quiere hacer bien
todas las cosas.
Edifica.
Gr. oikodoméÇ , "construir". Este
verbo explica lo que Pablo quiere decir con "conviene". El comportamiento del
cristiano debe ser gobernado por el principio aquí establecido; a saber que
todas las cosas se hagan teniendo en cuenta la gloria de Dios y la bendición de
nuestros prójimos. Los que no siguen este principio, sino se sienten libres para
hacer cualquier cosa que deseen, aunque en sí misma no sea pecaminosa, con
frecuencia hacen lo que perjudica a otros. Las circunstancias podrían hacer
inapropiado algo que en sí no es pecado.
Aunque podía admitirse que de
por sí no era pecado comer carne ofrecida a los ídolos, había razones de peso
para que en ciertas circunstancias no se comiera. No todas las cosas tienden a
edificar la iglesia y favorecer la propagación del Evangelio. Pablo
constantemente procuraba promover el bien de la iglesia con el propósito de
salvar almas. Cualquier cosa legal que ayudara en ese sentido, era correcta y
propia; pero debía evitarse todo lo que fuera un obstáculo, no importa cuán
lícita fuese. Los que aman al Señor anhelan hacer todo lo que pueden para
influir en hombres y mujeres a que se aparten del pecado y sirvan a Dios, y se
conducirán de tal manera que su influencia siempre sea de ayuda. Comen, se
visten, conversan, amueblan su hogar y ordenan su vida de tal manera que puedan
hacer el bien hasta el máximo de su capacidad. Quizá no puedan citar determinado
pasaje de las Escrituras que condene cierto proceder, pero perciben que no es
propicio para los intereses espirituales de otros, y por lo tanto no conviene
(ver Rom. 14: 21-23; 1 Cor. 6: 12).
24. Su
propio bien.
El creyente no debe complacer primero sus propios deseos,
placeres y conveniencias, sino poner en primer lugar el bien de otros. Se
preguntará: "La complacencia de mi propio gusto y de mis inclinaciones, ¿ayudará
o perjudicará a otros?" Muchas cosas pueden ser permitidas, pero su práctica
podría dañar espiritualmente a otros; por lo tanto, el deber del cristiano es
abstenerse de ellas. En los casos cuando cierta práctica no está explícitamente
prohibida, pero el ejemplo podría influir sobre otros, el cristiano debiera ser
guiado en su conducta no por sus propios deseos, comodidad o convivencia, sino
por la consideración del efecto de su conducta sobre otros.
El del otro.
El verdadero cristiano procura ser como su Maestro, quien "anduvo
haciendo bienes" (Hech. 10: 38). En él no influyen motivos egoístas, sino el
espíritu de Jesús, el cual lo mueve a poner en práctica el principio de la regla
de oro (ver Mat. 7: 12; Rom. 13: 10).
25. Carnicería.
Gr. mákellon, del latín macellum, "mercado
de carne". En Corinto fueron desenterradas las ruinas de un gran mercado con
columnatas y pequeños locales que rodean un patio pavimentado. Una loza de
mármol dentro del pavimento de uno de los locales tiene una inscripción latina
que se refiere a la venta de pescado, y en ella se usa la palabra macellum,
"mercado" Este quizá fue el mercado al cual aquí se hace referencia.
Cuando se ofrecían sacrificios en los templos de los ídolos, con
frecuencia se vendían partes de esos animales en el mercado, y como esa carne no
se separaba de las otras carnes que se vendían, un cristiano podía comprar, sin
saberlo, carne que se había ofrecido a ídolos. El consejo del apóstol es: esta
carne podría ser comprada sin inconvenientes por los cristianos.
Por
motivos de conciencia.
Es decir, "por cansa de la conciencia". No era
necesario que el cristiano preguntara al vendedor si la carne había sido
ofrecida a ídolos. Ver com. cap. 8: 7.
26. Del Señor.
Cita de Sal. 24: 1. Los judíos usaron
posteriormente este pasaje como una ración común de agradecimiento antes de
comer (Talmud Shabbath 119a). No se sabe si la costumbre ya existía en Corinto
en el tiempo 744 de Pablo. Dios hace que se produzcan todas las cosas. Suple la
necesidad de sus hijo (ver com. 1 Tim. 4: 4).
27. Algún incrédulo.
Es decir, algún amigo, o pariente, u
otro que no fuera cristiano
Os invita.
El contexto aclara que la
invitación es a una comida en un hogar privado, no una fiesta acompañada de
sacrificios e un templo pagano. Sucede con frecuencia que quienes no son
cristianos ofrecen su hospitalidad a los cristianos, y éstos no está obligados a
rechazar tal invitación. Cristo aceptaba las invitaciones de quienes no era sus
seguidores (ver Luc. 11: 37). El cristianismo no impone que los creyentes se
conviertan en ermitaños, que se abstengan de toda relación social con sus
prójimos (ver Rom. 12: 13; Tito 1: 8; Heb. 13: 2; 2T 645).
Queréis ir.
Se pueden perder muchas buenas oportunidades por no querer aceptar las
invitaciones de los incrédulos. La invitación a compartir una comida es, en todo
el mundo, una demostración de amistad, e indica una disposición de buena
voluntad para prestar atención a lo que pueda decir el invitado. El cristiano
debe aprovechar todas esas ocasiones para testificar por el Señor y llamar la
atención al amor de Dios y a su plan de salvación para los hombres. Jesús
aceptaba invitaciones de los incrédulos teniendo en cuenta este propósito (ver
DTG 124-125).
De todo lo que se os ponga delante.
Estas palabras
deben interpretarse dentro de su contexto. El tema es si es lícito comer carnes
sacrificadas a los ídolos. Acerca de esto se le dice al invitado que ponga a un
lado sus escrúpulos y participe con alegría del alimento que se le da. No debe
desconcertar a su anfitrión o ponerlo en un aprieto haciéndole preguntas en
cuanto a si la comida que se le ha servido había sido ofrecida antes a los
dioses falsos adorados por quien lo había invitado. Pero esta afirmación no
sanciona que se participe de los alimentos prohibidos en otras partes de la
Biblia. La carne debe ser de tal naturaleza que el cristiano pueda comerla a
conciencia sin transgredir los requerimientos de Dios acerca de carnes limpias e
inmundas (Ley. 11). Si el alimento cumple con los requisitos, el cristiano puede
comerlo con cortesía y agradecimiento, sin levantar preguntas (cf. com. Rom. 14:
1). La enseñanza se refiere a la cuestión de comer alimento ofrecido a los
ídolos y no a si el alimento es adecuado desde el punto de vista de la nutrición
y la salud. El cristiano debe saber que se espera que use su buen juicio acerca
de los alimentos dañinos que serían un peligro para su bienestar físico (ver
Rom. 12: 1-2; 1 Cor. 6: 19-20).
28. Si
alguien.
Pablo no identifica a quién se está refiriendo. Algunos creen
que es a un pagano invitado; otros, que se trata de otro cristiano presente en
la comida, y es "débil" (ver com. Rom. 14: 1). En favor de la primera opinión
está el hecho de que las palabras que se traducen "fue sacrificado a los
ídolos", significan "sacrificado a los dioses", expresión que usaría un pagano
pues no llamaría "ídolos" a sus dioses; en favor de la segunda opinión está la
observación de que difícilmente la conciencia del pagano sería tomada en cuenta
(ver 1Cor. 10: 29).
No lo comáis.
El motivo de este rechazo es
el efecto de esta acción sobre otros (ver com. vers. 23-24). Los cristianos se
abstienen de comportarse de una manera que ofenda innecesariamente a alguien, en
particular a otro creyente.
Conciencia.
No hay necesidad de
comer nada de origen dudoso. No hay por qué apoyar a los idólatras comiendo a
sabiendas tal alimento, o poner tropiezo a otros cristianos para que coman
cuando no comprenden plenamente el asunto y dudan de la legitimidad de un acto
tal. Los cristianos que aman a Dios y conocen su ley no hacen deliberadamente
nada que ofenda la conciencia de otros.
Del Señor.
La evidencia
textual tiende a confirmar (cf. p. 10) la omisión de la frase "porque del Señor
es la tierra y su plenitud'; pero su presencia en el vers. 26 está establecida
por la crítica textual. La omiten la BJ, BC y NC.
29. Del otro.
La exhortación de Pablo se basa en que el
amor cristiano no hiere a sabiendas, innecesariamente, los sentimientos de
alguien, ni crea una falsa impresión que induzca a alguien al pecado (cf. cap.
13: 4-6). El hermano más débil, que no comprende plenamente el problema, quizá
censure y condene al otro como alguien que está dispuesto a transigir con los
idólatras. En tal circunstancia, ¿por qué habría de proceder uno de tal manera
que se exponga a tal acusación? ¿No sería mejor abstenerse de comer la carne
para evitar que hubiera cualquier incomprensión o se ofendiera a alguien
innecesariamente? Nuestros derechos y privilegios deben ponerse rápidamente a un
lado para que un hermano no sufra perjuicio alguno (ver Rom. 15: 1-2; 1 Cor. 10:
24, 33; 13: 5; Fil. 2: 4). Los cristianos deben precaverse para que el ejercicio
de su libertad no sea una piedra de tropiezo en el camino de otros, o que ellos
mismos sean reprobados.
Mi libertad.
El vers. 29 (segunda parte)
y el vers. 30 podrían representar la protesta del hermano fuerte, a quien Pablo
parece estar presentando en un plan de protesta contra la restricción de su
libertad. Ver com. vers. 30.
30. Con
agradecimiento.
Referencia a la oración de agradecimiento por las
comidas. En cuanto a la base de esta afirmación, ver com. vers. 29. Si un hombre
da gracias a Dios por lo que come y puede hacerlo sin temor remordimiento de
conciencia, ¿por qué tiene que ser criticado?
Censurado.
Gr.
blasf'meÇ , "vilipendiar", "denigrar", "infamar".
31. Si, pues.
Para concluir Pablo presenta una regia que es
sencilla, fácil de comprender y sin embargo, abarcante, profunda y de amplios
alcances. El cristiano debe hacer todo con pleno conocimiento de causa y con
determinación inmutable, aun los asuntos rutinarios de la vida diaria, en forma
tal que Dios sea honrado y no el hombre. Un proceder tal demanda una dedicación
constante a Dios de todas las Facultades de la mente y del cuerpo, y una entrega
diaria de todo el ser al Espíritu del Señor (ver Prov. 18: 10; 1 Cor. 15: 31; 2
Cor, 4: 10; Col. 3: 17).
Coméis o bebéis.
La aplicación es, en
primer lugar, a la cuestión de comer o beber en lo que se refiere al culto de
los ídolos; la admonición tiene además una aplicación general a alimentos y
bebidas de todas clases. A los hombres se les da la facultad de elegir, pero el
cristiano ejerce siempre esa libertad en una forma que reciba la aprobación de
Dios. La salud y el carácter deben ser protegidos (CRA 150; Ed 191). Lo que se
come y se bebe es de gran importancia en relación con la conservación de la
salud. Muchas enfermedades que afligen a la humanidad son causadas por errores
en la alimentación (ver MC 227; CRA 145-146). Dios requiere que los hombres
cuiden de su cuerpo y lo conserven en forma adecuada para que sea templo de su
Espíritu (ver 1 Cor. 6: 19-20). Por lo tanto, los cristianos deben aprender a
elegir comidas y bebidas que no dañen el cuerpo, sino que promuevan la salud
mental y física (ver CRA 140-141). A los antiguos israelitas se les enseño que
Dios los mantendría sanos si obedecían sus instrucciones (ver Exo. 15: 26; Deut.
7: 12-15; cf. cap. 28: 58-61); y esto mismo hará por los suyos ahora si siguen
su consejo y consumen sólo aquellas cosas que están en armonía con las leyes
divinas (ver Gén. 1: 29; 3: 18; Lev. 11: 2-31; Ecl. 10: 17; 1 Cor. 10: 6; CRA
144; MC 76; DTG 764; CH 168). El ideal cristiano es el régimen alimentario
original proporcionado por el Creador en el Edén (Gén. 1: 29).
O hacéis
otra cosa.
Se amplía la orden para incluir todas las acciones y los
planes de la vida. Los cristianos no están en libertad de seguir los impulsos
del corazón natural inverso y del cuerpo no regenerado. Están obligados a hacer
que armonicen con la voluntad revelada de Dios todos los pensamientos, palabras
y actos (ver Col. 3: 17; 1 Ped. 4: 11; HAp 384-385; 2T 590-591). La religión de
Cristo tiene que ver con todos los asuntos del hombre, ya se trate de lo físico,
lo mental o lo espiritual. La redención que proporciona Cristo es completa, se
aplica a todo el ser humano (ver Rom. 8: 5-9, 13-14; 1 Cor. 9: 27; Gál. 5: 16,
24; 1 Tes. 5: 23; CH 67-68).
Gloria.
U "honor" " (ver com. Rom.
3: 23). El primer motivo para que el cristiano viva en armonía con las leyes de
Dios debe ser promover el honor de Dios. Este motivo surge de su amor hacia Dios
y su deseo de agradar a su Hacedor (ver Juan 14: 15; 1 Juan 5: 3). Todas las
energías del alma deben usarse en provecho del reino de Dios, para así honrarlo.
32. No seáis tropiezo.
Los
cristianos nunca deben proceder de tal manera que otros sean inducidos al pecado
por su influencia (ver Rom. 14: 13). Se mencionan tres clases de personas, y se
advierte a que no se ofenda a ninguna de ellas. Esas tres clases incluyen a toda
la comunidad en cualquier lugar: judíos, cristianos y paganos. Los creyentes
corintios debían evitar ofender a los judíos al relacionarse con la idolatría,
pues éstos aborrecían a los ídolos y su culto. Los cristianos no debían hacer
nada que los indujera a pensar que disimulaban o aprobaban el culto a los
ídolos. Hacer eso habría sido crear más prejuicios en los judíos contra el
cristianismo y los hubiera fortalecido en su oposición. Por esto, los creyentes
debían mantenerse alejados de toda festividad dedicada a los ídolos. Los
gentiles, es decir, todos los que no eran 746 ni judíos ni cristianos,
practicaban el culto a los ídolos y procuraban justificarlo por todos los medios
posibles. Los cristianos no debían hacer nada que los estimulara en ese sentido.
Muchos miembros de la iglesia de Corinto no estaban tan plenamente convencidos
de la verdadera naturaleza de la idolatría como debieran haberlo estado, y los
hermanos más fuertes eran amonestados a ser cuidadosos y a evitar toda conducta
que confundiera el pensamiento de esa clase de miembros. Este principio es de
aplicación perpetua: Un cristiano nunca debe hacer nada que innecesariamente
ofenda a alguien, ya sea judío, pagano u a otro cristiano. Su objetivo es
procurar guiar a los que no conocen a Dios para que reconozcan la bondad, la
sabiduría y el amor del Señor, cumpliendo así el gran propósito de la redención
de ellos, que es la sabiduría de Dios (ver Isa. 43: 25; Eze. 36: 22-23; Juan 17:
23). El mundo busca paz mental, pero sólo hay una forma segura de encontrar la
verdadera paz: seguir el consejo de Pablo.
33. Agrado a todos.
El propósito dominante de Pablo era
salvar a los hombres, y estaba listo para hacer cualquier cosa correcta con el
fin de alcanzar esa meta. Por lo tanto, había decidido colocar los intereses de
aquéllos por encima de los suyos para poder llevarlos a Cristo. Procuraba evitar
que se levantaran prejuicios, no insistiendo innecesariamente en sus derechos ni
despertando oposición. El reino de Cristo está establecido sobre principios
completamente diferentes a aquellos sobre los cuales se establecen los reinos de
este mundo. Los pensamientos de los hombres son naturalmente opuestos a los de
Dios debido a la pecaminosa naturaleza humana (ver Sal. 51: 5; Rom. 8: 6-7). El
hombre trata de ensalzarse, de imponer sus propias ideas y opiniones, sin tener
en cuenta los sentimientos y las creencias de otros; pero el cristiano se niega
a sí mismo, ensalza a Cristo y dedica su vida a la salvación de otros (ver Mat.
16: 25; Mar. 8: 35; DTG 504).
Muchos.
Literalmente "los muchos",
o sea la mayoría. Pablo no hacía discriminación ni buscaba únicamente el bien de
los que cumplían con sus enseñanzas, pues, como todo verdadero cristiano, estaba
interesado en la salvación de todos los hombres de todas las razas y de todas
las condiciones sociales.
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