1. Apóstol.
Ver com. Rom. 1: 1. Pablo se
refiere a sí mismo generalmente como "apóstol", sin tratar de justificar su
derecho a este título. Sin embargo, la dilatada defensa de su apostolado (Gál.
1: 1 a 2: 14) indica aquí que las iglesias a las que se dirigía vacilaban en
aceptar que era apóstol como decía serlo. Su Evangelio era de origen divino
(cap. 1: 6 -10). Estaba genuinamente convertido (vers. 12-18) y fue recibido en
la comunión de las iglesias de Judea (vers. 19-24). Suposición frente a la
circuncisión fue aprobada por los dirigentes de Jerusalén (cap. 2: 1-6). Su
misión como apóstol para los gentiles era reconocida por ellos (vers. 7-10). Su
autoridad como apóstol era igual a la de los doce.
No de hombres.
Es obvio que sus oponentes le negaban su derecho a la autoridad
apostólica argumentando que no había sido nombrado ni comisionado por los doce;
esto lo admite sin dificultades, pero inmediatamente presenta su derecho a una
ordenación aun más importante.
Por Jesucristo.
Pablo, como los
doce, había recibido su misión directamente de Cristo. El papel de Ananías fue
completamente secundario (ver Hech. 9: 17-20). En cuanto al significado de
"Jesús" y "Cristo", " ver com. Mat. 1: 1.
De los muertos.
La
autoridad de Pablo como apóstol provenía del Cristo resucitado. La referencia a
la resurrección de Cristo en el saludo de una epístola, es peculiar de la carta
a los gálatas. Es evidente que los falsos hermanos de Judea, que estaban
descarriando a los gálatas creyentes, desafiaban la validez del apostolado de
Pablo, argumentando que no había tenido el privilegio de una relación personal
con Cristo como los doce, y que no había sido llamado cuando ellos fueron
elegidos. Basados en ese hecho evidente, llegaban a la conclusión de que era
inferior a los doce, y que como no había sido elegido formalmente, ni
comisionado por ellos, era un impostor y su Evangelio no era fidedigno.
2. Los hermanos.
Pablo acostumbraba
incluir los nombres de sus compañeros en los saludos de sus epístolas. Por
ejemplo, menciona a Sostenes (1 Cor. 1: 1) y a Timoteo (Fil. 1: 1). En vista de
la posibilidad de que esta epístola y la de Romanos se escribieran alrededor del
mismo tiempo desde Corinto, quizá se refiera aquí a los mencionados en Rom. 16:
21-23.
Las iglesias de Galacia.
Ver p. 929. Los saludos de esta
carta son muy diferentes de los de casi toda las otras que Pablo escribió. No
hay una expresión de afecto personal como el "amados" de Rom. 1: 7, ni de
confianza en la lealtad a la verdad, como en 1 Tes. 1: 3. No hay una expresión
de aprecio por la fidelidad o el servicio cristiano. Ni siquiera se refiere a
los gálatas como a "santos'. Quizá esto refleje los alcances de su apostasía.
Pablo no podía encontrar nada por lo cual alabarlos.
3. Gracia y paz.
El saludo habitual de casi todas las
epístolas de Pablo (ver com. Rom. 1: 7; 1 Cor. 1: 3). No importa cuánto pudiera
sentir Pablo la apostasía de los gálatas, no por eso los amaba menos. Su sincero
deseo era que recibieran la gracia que llega hasta los hombres desde Dios como
una dádiva por medio de la fe en Jesucristo. La preocupación de Pablo en esta
carta es grabar en los gálatas la gran verdad de que la justificación proviene
de Dios como un favor (ver p. 931). Nunca puede ser ganada por obras, sino sólo
creyendo en el sacrificio expiatorio de Cristo. Cuando el pecador recibe esa
gracia, disfruta de paz (ver com. Rom. 5: 1; cf. Fil. 4: 7).
4.
Se dio a sí mismo.
Ver com. Mat.
20: 28; Rom. 4: 25. El tema de esta epístola es la salvación por medio de
Jesucristo. Los gálatas se habían apartado de esa verdad espiritual y habían
aceptado la falsa enseñanza de que la salvación se puede ganar. La aceptación de
esta doctrina ajena a las Escrituras los había llevado prácticamente a ignorar
la muerte expiatorio de Cristo. Cuando Jesús se entregó para librarnos del
castigo del pecado, no sólo se ofreció como sacrificio por el hombre para sufrir
y morir en lugar de él, sino que se unió con la familia humana e identificó los
intereses de ella con los suyos (ver com. Fil. 2: 6-8).
Presente siglo malo.
Es
decir, del pecado prevaleciente y la corrupción del mundo. Nosotros no tenemos
poder ninguno para librarnos del mal (ver com. Rom. 7: 24 a 8: 4). A los
gálatas, que tan pronto habían olvidado las grandes verdades de la justificación
y de la santificación, y se habían vuelto a las obras de la ley como un medio de
salvación, Pablo otra vez les presenta la gran verdad de que Jesús, por medio de
su sacrificio expiatorio, ha proporcionado un camino de escape para todos los
que lo acepten como Salvador. Cualquier intento de ganar esta victoria sobre el
mal de este mundo mediante nuestros propios esfuerzos, no está de acuerdo con la
voluntad de Dios. Por eso Pablo insinúa su propósito al escribir su breve
introducción. Si los gálatas persistían en su legalismo, no podían esperar ser
liberados del pecado y, por lo tanto, tampoco ser admitidos en el mundo futuro
libre de pecado.
Nuestro Dios y Padre.
Ambos nombres se refieren a
la misma Persona.
5. A quien sea la gloria.
Al pensar el apóstol en la gran dádiva de amor de Dios, se siente
inspirado a irrumpir en una expresión de alabanza. Durante toda la eternidad,
los redimidos cantarán alabanzas a Aquel que mediante su infinito sacrificio
hizo posible su salvación eterna. En cuanto a la palabra "gloria", " ver com.
Rom. 3: 23.
Amén.
Ver com. Mat. 5: 18.
6. Estoy maravillado.
Este es el único caso en todas sus
cartas a las iglesias en que Pablo no expresa agradecimiento ni gozo. Hay sí una
manifestación de profundo asombro. ¿Cómo podían olvidar los gálatas tan pronto
las verdades del Evangelio y todas las evidencias del llamamiento de Dios, que
una vez significó tanto para ellos, para ir tras los falsos maestros que
contradecían todo lo que Pablo les había enseñado? No mucho antes habían
aceptado con gozo a Cristo como su sustituto, y se regocijaban en la liberación
del pecado por medio de la fe. Ahora aceptaban la expiación de sus pecados por
medio de las obras de la ley. En realidad, estaban negando la validez de todas
sus experiencias anteriores.
Tan pronto.
Quizá "tan pronto"
después de su conversión, pero posiblemente después de que habían oído "un
evangelio diferente".
Alejado.
Gr. metatíth'mi, "cambiarse",
"pasarse", "desertar". El verbo está en el tiempo presente, lo que indica que la
apostasía aún estaba en proceso de desarrollo cuando Palo escribía. Ese
apartarse de la fe había sobrevenido súbitamente y progresaba con rapidez. La
flexión del verbo también indica que ellos eran responsables de abandonar a
Pablo. Otros habían influido en ellos, pero voluntariamente habían respondido a
esa influencia. Por supuesto, eso no absolvía de pecado a los falsos maestros.
Del que os llamó.
Los comentadores difieren en cuanto a si esta
frase se refiere a Dios, a Cristo o a Pablo, aunque éste siempre designa a Dios
el Padre como Aquel del cual procede la invitación evangélica (ver Rom. 8: 30;
9: 11; 1 Cor. 1: 9; etc.); pero fue por medio de Pablo que Dios había extendido
su bondadoso llamamiento a los gálatas (cf. 2 Cor. 5: 18-20).
Un
evangelio diferente.
Ver com. 2 Cor. 11: 4. El "evangelio" de los falsos
maestros no era una variante del Evangelio de Pablo, sino algo del todo
diferente. En realidad, no era un Evangelio en lo más mínimo (ver Gál. 1: 7). No
hay otra buena nueva sino la de la salvación por medio de Jesucristo (ver Hech.
4: 12). Pablo predicaba que los hombres se salvan por la fe sin tener en cuenta
las obras de la ley Cualquier intento de superponer las obras por encima de la
fe como medio de salvación, es una perversión del Evangelio porque niega tanto
la necesidad como la eficacia del sacrificio de Cristo. Para un estudio de la
palabra "evangelio", ver com. Mar. 1: 1. En cuanto a las tentativas de mezclar
el judaísmo con el cristianismo, ver pp. 54-56.
7. No que haya otro.
Lo que esos judaizantes predicaban no
era en ninguna forma el "Evangelio", sino una perversión o falsificación del
Evangelio.
Sino que hay algunos.
Pablo ni siquiera designa por
nombre a los judaizantes, pero insinúa que son sólo unos individuos aislados que
hablan por cuenta propia y cuyo único propósito es beneficiar sus propios
intereses.
Perturban.
Gr. tarássÇ, "agitar", "molestar",
"provocar perplejidad" en la mente respecto a algo. En este caso, sugiriendo
dudas y escrúpulos acerca de la validez del Evangelio como lo proclamaba Pablo.
8. Nosotros.
Evidentemente se trata
de Pablo y quizá los colaboradores a los cuales se alude en el vers. 2. Es
frecuente que Pablo use el pronombre de la primera persona plural para referirse
a él solo.
Un ángel del cielo.
Difícilmente Pablo hubiera podido
hacer una afirmación más vigorosa de certidumbre respecto al Evangelio que ésta.
Era increíble que un ángel del cielo engañara a los hombres.
Diferente
del que.
O "contrario a". "Otro evangelio diferente", es decir un
evangelio de una clase diferente sería contrario al verdadero Evangelio. Dios ni
cambia ni se contradice.
Anatema.
Gr. anáthema, "cosa maldita",
es decir destinada al castigo merecido. En este caso, a sufrir la ira de Dios.
En la LXX anáthema equivale al sustantivo hebreo jérem, que se relaciona con el
verbo jaram, y significa una persona o cosa destinada a la destrucción (ver com.
1 Sam. 15: 3). Espiritualmente denota el estado de aquel que está apartado de
Dios por el pecado. Tal como se usa en el NT, no se refiere a la excomunión
eclesiástica como se practicó en siglos posteriores, pero sin duda incluía
alguna forma de separación de la iglesia. En el caso del hombre inmoral de la
iglesia de Corinto, Pablo había aconsejado que fuera eliminado de la iglesia (1
Cor. 5: 2).
9. Como antes hemos dicho.
Es evidente que en una visita previa Pablo había advertido a los gálatas
contra los falsos maestros que tratarían de pervertir el Evangelio (cf. Hech.
20: 29-30). Esa advertencia anterior debería haberlos protegido contra tales
impostores.
Ahora lo repito.
Pablo pasa de la primera persona
plural al singular con la intención de añadir su autoridad personal como apóstol
a la declaración que estaba por repetir.
Anatema.
Ver com. vers.
8.
10. ¿Busco ahora el favor?
Es
decir, para agradarlos y ganar así su favor. Cf. Mat. 28: 14. Lo que Pablo acaba
de decir en cuanto a los gálatas y la forma de tratar a los que se oponen al
Evangelio (Gál. 1: 6-9) de ninguna manera puede interpretarse como un intento de
ganar el favor de los hombres. Esta pregunta quizá era una respuesta a una
acusación presentada contra Pablo por los falsos maestros, de que, según ellos,
él había intentado ganarse el favor de los gálatas mediante adulaciones y
subterfugios.
Siervos de Cristo.
Como siervo de Cristo, Pablo
debía hacer todo lo que pudiera para salvar a los hombres, y no para agradarlos.
Si hubiera procurado "agradar a los hombres" sin tener en cuenta su obligación
como predicador del Evangelio, no habría sido leal a su misión como siervo de
Cristo. Era imposible pensar en tal componenda. Es cierto que Pablo "a todos" se
"había hecho de todo" a fin de salvar a algunos (1 Cor. 9: 22); pero al hacerlo
nunca transigió en su lealtad a la verdad. Anhelaba por sobre todas las cosas
salvar a los hombres, y con ese fin estaba dispuesto a sacrificar gozosamente
aun su misma vida.
11. Os hago saber.
Solemnemente Pablo anuncia el tema que tratará a continuación (cap. 1:
11 a 2: 21).
No es según hombre.
El punto en disputa es la
autoridad de Pablo como apóstol, y por lo tanto la validez de su "Evangelio" de
salvación por la fe y no por "las obras de la ley". Dedica mucho espacio a un
relato detallado de ciertos sucesos desde el tiempo de su conversión hasta el
concilio de Jerusalén, cuando los apóstoles reconocieron formalmente que había
sido llamado al ministerio evangélico. Eso se hizo necesario debido a la
persistente denuncia de los maestros judaizantes de que como Pablo no era uno de
los doce, su Evangelio no era apostólico, y por lo tanto no era genuino. En los
vers. 12-24 demuestra el origen divino de su Evangelio, y más adelante (cap. 2:
1-10) presenta la prueba de que los apóstoles reconocieron la validez de ese
Evangelio.
12. Revelación.
Gr.
apokálupsis (ver com. Apoc. 1: 1).
De Jesucristo.
Tal vez una
revelación de la verdad que le fue concedida por Jesucristo, y no sencillamente
una revelación acerca de Cristo. Pablo fue instruido en el Evangelio "de [por]
Jesucristo" y no "de [por] hombres". Esto incluía la visión en el camino a
Damasco y las revelaciones subsiguientes, que parecen haber sido muchas. En 2
Cor. 12: 7 habla de "la grandeza de las revelaciones" " que había recibido. En
Gál. 1: 17 insinúa que una gran parte de esas instrucciones las recibió durante
los tres años pasados en Arabia. La soledad del desierto debe haber
proporcionado un ambiente ideal para la revelación y la contemplación. Es
evidente que esa instrucción era completa porque en una visita posterior a
Jerusalén los dirigentes no pudieron añadir nada a ella (cap. 2: 6).
Reconocieron la validez del llamamiento de Pablo al ministerio y le dieron "la
diestra en señal de compañerismo" (cap. 2: 7-9).
13. Conducta.
El proceder de Pablo antes de su conversión,
cuando perseguía a la iglesia debido a un espíritu de lealtad fanática al
judaísmo, demuestra que no había estructurado su concepto del Evangelio antes de
su conversión. Recuerda a los gálatas que ellos conocían su notoria conducta.
Ese conocimiento parece haberse divulgado mucho, pues en su defensa ante el rey
Agripa declaró que su conducta desde su juventud era bien conocida por todos los
judíos (Hech. 26: 4-5). Su celo anterior por el judaísmo y su sistema legal era
diametralmente opuesto a su fervor posterior por la libertad del Evangelio (ver
Hech. 26: 9-11). Esta alusión a su pasado también puede haber tenido el
propósito de llamar la atención al hecho de que su oposición posterior al
judaísmo no era el resultado de su ignorancia de la fe judía, sino, por el
contrario, de su conocimiento cabal de la misma.
Sobremanera.
El
empeño que ponía Pablo en la persecución excedía al de otros judíos. Era una
obsesión para él, tal como lo fue posteriormente la predicación del Evangelio.
No se había sentido satisfecho con perturbar a la iglesia cristiana; estaba
decidido a destruirla completamente (Hech. 8: 3; 22: 19; 26: 10-11). Si no
hubiese intervenido Dios, Pablo podría haber destruido a la iglesia naciente.
Asolaba.
Gr. porthéÇ, "destruir"; "devastaba" (BJ).
14. Aventajaba.
Gr. prokóptÇ,
"avanzar", "progresar"; unido en el griego a la preposición hupér, "por encima",
"más". Este verbo se usaba originalmente para referirse a un explorador que se
abría camino a través de los matorrales. Pablo había sido considerado antes de
su conversión como una estrella de primera magnitud que surgía en el cielo del
judaísmo.
Contemporáneos.
Pablo se había distinguido no sólo por
su erudición teológico, sino también por su celo en la estricta observancia de
los reglamentos rituales de la ley. Sin duda se refiere a los jóvenes de su
misma generación que estudiaban en Jerusalén bajo la dirección de Gamaliel o de
los otros eminentes maestros judíos. Su precoz promoción al Sanedrín (HAp 92)
demuestra la alta estima en que lo tenían sus mayores.
Las tradiciones.
Es decir, la ley oral, diferente de la ley escrita (ver Mat. 15: 2; t.
V, pp. 97-98). La ley oral había evolucionado gradualmente hasta el punto de
complementar la ley escrita de Moisés, y era considerada como de igual validez a
la ley escrita de Dios. Pero Jesús declaró que esas tradiciones tenían el efecto
de invalidar y anular la ley de Dios (ver com. Mat. 7: 13). Algunos comentadores
sugieren que Pablo quizá pertenecía a un sector extremista de los fariseos que
se consideraban celosos de la ley Ante el rey Agripa testificó que había vivido
de acuerdo con la más rigurosa secta del judaísmo (Hech. 26: 4-5).
15. Dios, que me apartó.
La
evidencia textual (cf. p. 10) sugiere el texto de la RVR, pero admite la
importancia de manuscritos que omiten el nombre de Dios. El sentido no cambia:
Dios lo había apartado para el ministerio. La educación de Pablo, su
preparación, sus creencias y sus prácticas desde su nacimiento, habían estado de
acuerdo con las tradiciones del judaísmo (vers. 14). En el ambiente de su vida
nada lo había predispuesto para que rechazara el sistema legal; al contrario,
todo había tendido mucho en la dirección opuesta. Desde el punto de vista
humano, no había ninguna explicación satisfactoria para que pasara de creer en
la salvación por la ley a creer en la salvación por la fe. El cambio sólo podía
atribuirse a la interposición directa de Dios.
Por su gracia.
El
propósito de Dios con Pablo, aun antes de su nacimiento, había sido el de
enviarlo como su representante entre los gentiles, lo que, por supuesto, estaba
sujeto al consentimiento de Pablo; pero Dios previó que él respondería a la
invitación cuando le llegara. Pablo declara aquí que su designación para el
apostolado fue determinada por Dios y no por hombre. No había hecho nada que
mereciera ese alto honor, y por lo tanto lo atribuía a un acto de gracia. Su
propio plan para su vida había sido completamente diferente. Lo que le sucedió
en el camino a Damasco fue una gran sorpresa para él, pero ahora reconocía que
era un acto especial de la Providencia que lo invitaba a seguir el plan que Dios
tenía para su vida.
16. Revelar a su Hijo.
La conversión de Pablo al cristianismo y su misión de predicar el
Evangelio, fueron dos aspectos de su primer encuentro personal con el Cristo
resucitado (ver Hech. 26: 12-19). La revelación o aparición de Cristo ante él en
persona, en el camino a Damasco (1 Cor. 15: 8), lo hizo 939 abandonar la lealtad
que había profesado al judaísmo y aceptar el cristianismo; y la consiguiente
experiencia de Cristo que moraba en él (Gál. 2: 20) lo indujo a su fructífera
predicación de Cristo entre los paganos. Por medio de Pablo el mundo había de
saber muchas cosas acerca de Jesús y del plan de Dios para la humanidad por
medio de la vida y la muerte del Redentor. Pablo se convirtió en un poderoso
instrumento para la predicación del Evangelio porque daba un testimonio personal
del poder del Evangelio.
Entre los gentiles.
La misión de Pablo
entre los gentiles le fue dada por medio de Ananías tres días después de la
visión en el camino a Damasco (Hech. 9: 9, 15-17). No se le prohibía predicar a
los judíos, pero su principal responsabilidad era hacia los que no eran judíos.
Cuando llegaba a una ciudad primero visitaba la sinagoga y daba testimonio
acerca de Jesús ante sus compatriotas, y allí también se encontraba con los
gentiles temerosos de Dios (ver Hech. 13: 14, 43-48; 14: 1; 17: 1-4).
No
consulté.
Otra prueba del origen divino de su misión fue el hecho de que
no sostuvo conversaciones con los dirigentes de Jerusalén durante tres años
(vers. 17) después de su conversión, y no había recibido instrucciones de ellos
en cuanto a cómo debía predicar a Jesús.
17. Ni subí.
Para recibir la aprobación oficial de la
iglesia, Pablo tendría que haber consultado con los apóstoles más antiguos, que
eran los dirigentes reconocidos que estaban en Jerusalén. El hecho de que no lo
hiciera era una evidencia de que no lo creía necesario. En cierto sentido Pablo
era "un abortivo" (1 Cor. 15: 8) y un apóstol, aunque no pertenecía a los doce.
Fui a Arabia.
No se sabe a qué parte de Arabia se retiró Pablo
ni cuánto tiempo estuvo allí; pero no fue por más de tres años (vers. 18).
Algunos creen que Pablo se refiere al desierto de las proximidades de Damasco.
Otros sugieren que pudo haber permanecido en el desierto cerca del monte Sinaí;
pero es dudoso que Pablo hubiera denominado a esa región como "Arabia".
La secuencia de los acontecimientos entre la conversión de Pablo y su
siguiente visita a Jerusalén (vers. 18), debe completarse con el relato tal como
lo presenta Lucas y las declaraciones incidentales de otros pasajes de Pablo.
Lucas no menciona la visita a Arabia; sólo relata que Pablo predicaba en Damasco
después de su conversión, y que de allí fue a Jerusalén.
Combinando la
información de todas las fuentes que se tienen, los acontecimientos de este
período de dos o tres años sucedieron de la siguiente manera. Después de pasar
algún tiempo predicando en Damasco, Pablo se retiró a Arabia. Cuando regresó a
Damasco su predicación fue mal recibida, pues se intentó detenerlo, lo que
indudablemente fue instigado por los judíos; sin embargo, pudo huir siendo
"descolgado del muro en un canasto" (2 Cor. 11: 33). Ver p. 104; mapa p. 226;
com. Hech. 9: 24-25.
18. Después, pasados
tres años.
Pablo presenta a los gálatas un relato detallado de los
acontecimientos posteriores a su conversión, para que sus opositores no tuvieran
motivo para decir que él había visitado secretamente a los apóstoles de
Jerusalén en alguna ocasión durante ese período, y que recibió instrucciones de
ellos. Su propósito evidente era aclarar cuánto tiempo pasó después de su
conversión antes de ir a Jerusalén. Pasaron "tres años" antes de que ni siquiera
viera a Pedro, y durante parte de ese tiempo ya estaba predicando.
Para
ver.
O "visitar". Cuando Pablo fue a Jerusalén lo hizo específicamente
para ver a Pedro, pero no para recibir instrucciones de él ni para conseguir su
permiso para predicar. Es evidente que el propósito de Pablo fue el de
relacionarse con Pedro y tener su amistad. Bernabé se encontró con Pablo en
Jerusalén y lo presentó a algunos de los apóstoles, informándoles de su
conversión y audacia para declarar públicamente que Jesús era el Hijo de Dios
(Hech. 9: 27).
Pedro.
La evidencia textual (cf. p. 10) establece
el uso del nombre "Cefas" (BC, BJ, NC). Ver com. Mat. 16: 18.
Quince
días.
Durante esta breve permanencia en la ciudad, Pablo se ocupó en
predicar y disputar con judíos que hablaban griego, y sólo una pequeña parte de
ese tiempo pudo haber pasado con los apóstoles (Hech. 9: 28-29). Pronto surgió
odio contra él, y comenzó a tramarse un complot para matarlo. Un día, mientras
estaba en el templo, se le ordenó en una visión que se fuera inmediatamente de
Jerusalén (Hech. 22: 17-21). Sin duda Pablo hubiera prolongado esta visita a
Jerusalén, si no hubiese sido por la intensa oposición, la amenaza de muerte y
la advertencia divina de que se fuera. Su propósito al mencionar esta visita era
demostrar que los principales apóstoles se habían relacionado con él ya en ese
tiempo, habían aceptado su conversión como genuina y, se deduce, habían aprobado
su interpretación del Evangelio (Gál. 1: 24). Pedro y Jacobo (vers. 18-19), como
dirigentes responsables, no habrían dejado de enterarse de las enseñanzas de
Pablo ni de hacerlo callar si hubiesen desaprobado lo que estaba enseñando. La
mención específica de "quince días" da un tono de veracidad al relato y sugiere
la imposibilidad de que Pablo recibiera muchas instrucciones mientras estuvo
allí.
19. Otro de los apóstoles.
Además de los doce había otros a los que en una u otra ocasión se los
llama apóstoles, pero que nunca fueron considerados como pertenecientes al grupo
elegido y enviado por Jesús (ver Rom. 16: 7; 1 Tes. 2: 6).
Jacobo el
hermano del Señor.
Algunos identifican a este Jacobo con el hijo de
Alfeo, explicando que "hermano" debe entenderse en el sentido general de "primo"
o algún otro pariente cercano. Esta identificación se basa en la creencia de que
Pablo se refiere a este Jacobo como a un apóstol; sin embargo, la forma de
expresarse no lleva a esa conclusión, y la identificación es sumamente
improbable (ver Mat. 13: 55; com. Mar. 3: 18; 6: 3).
20. No miento.
Pablo sostiene solemnemente mediante un
juramento la veracidad de lo que considera como una parte muy importante de su
relato.
21. De Siria y de Cilicia.
Pablo se alejó de Jerusalén debido a un complot contra su vida (Hech. 9:
29-30). El Señor le advirtió por medio de una visión que huyera rápidamente de
la ciudad (Hech. cap. 22: 17-18). En este tiempo Siria y Cilicia estaban unidas,
pues dependían de una sola administración provincial romana (ver mapa frente a
p. 33). Tarso, la ciudad de donde procedía Pablo, estaba en Cilicia. Hay un
silencio en el relato del NT que cubre aproximadamente los siguientes cinco años
(ver com. Hech. 9: 30). Tal vez Pablo desplegó un activo ministerio en Tarso y
sus proximidades. Unos cinco años más tarde Bernabé fue a Tarso y llevó a Pablo
a Antioquía, donde ambos enseñaron el Evangelio durante todo un año (Hech. 11:
25-26).
22. No era conocido de vista.
Quizá Pablo llegó a ser conocido por los cristianos de Jerusalén durante
los 15 días que pasó allí, pues Lucas dice que "entraba y salía" entre ellos en
Jerusalén (Hech. 9: 26-28); pero no era conocido por las comunidades cristianas
fuera de la ciudad.
23. Aquel que en otro
tiempo nos perseguía.
Pablo había sido completamente sincero al
perseguir a esa odiada secta (ver Hech. 26: 9-10). No satisfecho con desarraigar
el cristianismo de Jerusalén y de las ciudades de Judea, continuó con su
propósito en regiones fuera de Palestina.
Predica la fe.
¡Qué
cambio se ha efectuado en el perseguidor! La noticia de este milagro de la fe
estaba siendo proclamada por dondequiera. Pablo destaca que los judíos de
Palestina reconocían que la calidad de su predicación y enseñanza era genuina.
Es evidente que nadie advertía ninguna diferencia significativa entre el
Evangelio de Pablo y el que proclamaban los apóstoles.
24. En mí.
Es decir, hallaban en Pablo, en su conversión y
en su ministerio, un motivo para alabar a Dios.
CBA T6
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